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¿Un origen terrateniente? Suele creerse que la burguesía argentina nace deformada como “clase terrateniente”, que hunde sus raíces en el período colonial, a partir de la apropiación de grandes cantidades de tierra. En realidad, antes de 1810 el acceso privado a la tierra era más bien precario. Antes que terratenientes, lo que surge son burgueses.
La idea de una pampa dominada por una “oligarquía terrateniente”, herencia del período colonial, tiene una larga historia y se remonta a fines del siglo XIX como mínimo. Desde las obras tempranas de Cárcano, Oddone y Levene entre otros, esta caracterización ha pasado casi al sentido común y subyace en la mayoría de las propuestas políticas de distintas corrientes del variado arco intelectual, que incluye al PC y al trotskismo. En los ’80, la historiografía “moderna” negó la existencia de una clase terrateniente a partir de los resultados de los censos que arrojaba una dispersión de la propiedad. La conclusión que se sacó es que esas unidades pequeñas representaban una economía campesina. Y, si no había terratenientes, dicen estos historiadores, no había explotación.
Ambas corrientes historiográficas comparten el mismo prejuicio: intentar definir a una clase por el grado de concentración de la propiedad, antes que por las relaciones sociales de producción. Estrictamente, la figura de “terrateniente” ha cambiado a lo largo de la historia: hay terratenientes esclavistas, feudales y capitalistas. Por lo tanto, el concepto no nos dice mucho. Por otro lado, esta categoría no depende del grado de concentración de la tierra, sino del acceso a ella. De la misma forma, la existencia de una clase terrateniente no implica que no existan las relaciones de explotación.
La principal característica de un terrateniente es la de reproducir su existencia fundamentalmente a partir de la apropiación de renta, la cual emerge de la propiedad sobre un bien que es no reproducible y toma diferentes formas a lo largo de la historia. Sin embargo, para que exista tal clase, se necesita de un pleno desarrollo de la capacidad de monopolización de la tierra por parte de una clase social, lo cual implica la exclusión de su acceso a otros grupos de la sociedad. Veamos qué sucedía bajo el régimen colonial en el Río de la Plata.
El usufructo de la tierra durante la colonia
En términos jurídicos, la compilación de la legislación promulgada por los monarcas españoles conocidas como la Recopilación de Indias (1640) “organizó de la propiedad agraria sobre la base de que todas las tierras en América pertenecían al Estado como único propietario.” [1] Esta disposición atañe a la soberanía del Estado sobre la tierra pero no como propietario de derecho privado, de allí que en muchas partes de América se respete la propiedad comunitaria de los indios. Lo que se sostiene es la facultad de la Corona sobre las tierras baldías, las cuales pueden ser otorgadas a particulares mediante mercedes reales. Conquistadores, virreyes, gobernadores, audiencias, cabildos e intendentes estuvieron en uno u otro momento autorizados a conceder mercedes en nombre del Rey.
Los datos de los partidos de Chascomús, Ranchos y Monte nos muestran que el traspaso de la tierra pública a manos privadas durante la colonia se realizó fundamentalmente a partir de mercedes reales. En Chascomús (que durante el siglo XVI pertenecía a la jurisdicción de Magdalena), se entregaron 10 mercedes reales, pero en casi todas estas la posesión no fue reafirmada por la ocupación efectiva, de manera que hacia fines del siglo XVIII no hubo reclamos de derechos de dominio. A principios del siglo XIX únicamente los dueños de dos terrenos pudieron ejercer el derecho de propiedad que devenía de una merced. Las 67.743 hectáreas que abarcaban todas estas mercedes representaban apenas el 10% del total de la tierra otorgada en la jurisdicción delimitada para estos partidos. La tierra más grande otorgada fue de 6.588 hectáreas en Monte, el 4,2% de la superficie del partido [2].
Por su parte, el proceso de ocupación de la tierra pública en Mercedes (Guardia de Luján) confirma que el otorgamiento de mercedes reales fueron la modalidad más antigua de acceso a la tierra, pero fueron pocos los actos de ocupación efectiva hasta mediados del siglo XVIII, en este sentido, fue una minoría respecto a la posterior entrega de enfiteusis una vez consolidada la revolución. Durante la colonia se entregaron dos mercedes reales principales, la más grande medía una superficie de 2 leguas de frente por 1 legua ½, ambas sobre los márgenes del Río Luján, las cuales fueron subdivididas en una ocho fracciones de 0,75 leguas promedio.² En comparación, que entre los años 1837 y 1839 el Estado cedió a los particulares a través de enfiteusis 19,93 leguas (53821, 8 hectáreas) en 15 operaciones, una gran diferencia [3].
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