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Estos libros, de carácter eminentemente sagrado, desarrollan una temática narrativa en la que cuentan con sucesos terrenos y fantásticos, y son también poéticos; unidad indisoluble artístico-religiosa que se da en todas las literaturas primitivas, como en las otras manifestaciones del arte, música, pintura, danza7. Los seres anónimos que durante siglos fueron acumulando en estas páginas sus fantasías, sus recuerdos, sus tradiciones, lo hicieron animados más de propósitos mágicos que estéticos, para explicarse en una cosmogonía ritual a sus dioses, que encarnaban también en hombres y tenían parentela humana.
Puede decirse entonces que entre la excelente tradición literaria de la cultura maya quiché, principalmente referida a sus libros sagrados y las primeras obras narrativas del siglo XIX, se abre un abismo, el de la conquista y dominación española. Sería quizá por eso que una vez desaparecida la inquisición y erigido el régimen republicano, los escritores que hicieron sus primeros tanteos en la novela y en el cuento, traten desesperadamente de cubrir esa laguna, escribiendo obras de ficción histórica sobre la época colonial; es un campo amplio y propicio, tanto por ser inexplorado como porque se aviene a las influencias literarias europeas.
Su segunda novela Historia del Perínclito Epaminondas del Cauca, aparecida en 1863, sigue en la misma línea picaresca del primero y va a las fuentes de la novela española del siglo de oro, recreando en sus personajes americanos al Lazarillo de Tormes y Don Pablos, el Buscón de Quevedo.
En sus primeras tres novelas Milla se atiene más al rigor histórico20, para hacer congruentes las situaciones narradas con los hechos reales; ; ; pero después deja más campo a la fantasía; ; para llegar por último a la crítica de la sociedad al estilo realista terminando con un libro que sin ser propiamente novela, crea un personaje tipo, el Juan Chapín.
Magón se ejercita en sus primeros trabajos, dentro de la línea claramente definida de los cuadros de costumbre, y quizás en ellos donde logran su mayor frescura y lenguaje más ágil; su producción es numerosa y va más allá de lo que para el realismo costumbrista fue su época de vigencia, pues lo encontramos retejiendo sus mismos temas aún poco antes de su muerte, en 1936. Como autor culto, Magón lleva en sus aguas esos vicios del paternalismo literario que tanto daño causaron después a nuestra narrativa, de los que se hablará adelante.
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