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LA PLATA.- La expectativa que despiertan la Argentina y Brasil siempre es magnánima en relación con el resto de los participantes en un torneo y esta Copa América no es la excepción, con denominadores comunes que tienen al asombro y la sorpresa como patrones tras sus respectivos empates con Bolivia (1-1) y Venezuela (0-0). A saber:
1) El resultado sorpresivo en el debut: luego de la ceremonia inaugural, la Argentina tuvo ante Bolivia una posibilidad de comenzar con el pie derecho su camino en el Grupo A. Pero el gol Edivaldo Rojas con la complicidad de Ever Banega cambió los planes. Luego, la irrupción en la red de Sergio Agüero sellaron el 1 a 1 con sabor a muy poco.
Unas 30 horas después en el mismo escenario, Brasil volvió a sufrir una situación similar, pero sin goles ante Venezuela en el estreno del grupo B. El equipo de Mano Menezes no encontró la llave para batir la resistencia venezolana. Fue un pobre empate 0 a 0.
2) El poco peso de su principal figura: esta Copa América tiene como ejes atrayentes de ambos planteles a sus estrellas: Lionel Messi en la Argentina y Neymar en Brasil, dos de las joyas del planeta fútbol. El astro y multicampeón de Barcelona estuvo aislado y tuvo que relegarse mucho en el campo de juego para hacerse de la pelota; sus arranques fulminantes nunca pudieron culminar en una jugada de real peligro para la selección nacional.
En el caso del nuevo diamante de la verdeamarelha y de Santos -por ahora- tampoco pudo gravitar junto a los otros "3 Fantásticos" (Ganso, Pato y Robinho) para terminar de redondear una actuación de pocos destellos que no cumplió con las expectativas generadas.
3) La reacción y reprobación de su público: tanto el viernes por la noche como ayer por la tarde los hinchas argentinos y brasileños respondieron con silbidos y reprobación a la actuación de sus equipos. Sin dudas, ambos conjuntos no colmaron las expectativas generadas por dos planteles que tienen a la mayoría de sus integrantes brillando en el fútbol europeo.
En el caso de la Argentina, el murmullo constante desde el final del primer tiempo, los silbidos cuando salió Ezequiel Lavezzi, los cánticos guerreros y la mezcla de enfado e indiferencia del final marcaron el termómetro de la desaprobación.
En Brasil hubo también señales que expresaron la reprobación de su público: los silbidos enfáticos a Robinho y Pato cuando fueron reemplazados, el pedido por el juvenil Lucas desde los 15 del segundo tiempo, los abucheos del final y la característica euforia y alegría de su torcida que mutó a decepción y preocupación cuando el árbitro boliviano Orozco marcó el final.
4) La falta de variantes y reacción desde el banco: en las semanas previas al comienzo de la Copa América tanto en Brasil como en la Argentina coincidían en que sus selecciones estaban pasando por procesos similares y tenían en la conducción personas con perfil parecido: Sergio Batista y Mano Menezes. En sus respectivos estrenos ambos carecieron de reacción y visión para torcer una historia adversa durante el transcurso del partido.
Si bien el ingreso del Kun Agüero le posibilitó a la Argentina empatar el encuentro, el Checho optó por sumar jugadores con vocación ofensiva para cambiar el rumbo de un encuentro que sumó más desaciertos que virtudes para sus dirigidos.
Algo similar pasó con Mano Menezes en Brasil: la superpoblación de delanteros y volantes ofensivos obligó al DT a tener un banco con nombres propios y de peso, que tampoco pudieron darle el rédito buscado al entrenador en las sustituciones.
Habrá mucho trabajo para ambos hasta la segunda presentación de ambos equipos: la Argentina el miércoles contra Colombia en Santa Fe y Brasil, el sábado frente a Paraguay en Córdoba.
5) El futuro hipotecado y condicionado: si bien los proyectos de la Argentina y Brasil apuntan al Mundial de 2014, tanto Batista como Menezes saben que un devenir adverso en esta Copa América podría generar un golpe de timón en dos conjuntos que están terminando de asimilar un recambio generacional con piezas aún de sus viejas guardias. Luego de las experiencias de Diego Maradona y Dunga, la Asociación del Fútbol Argentino y la Confederación Brasileña de Fútbol apostaron a dos proyectos con líderes de bajo perfil y poco conflictivos. La vorágine de los resultados y la imposibilidad de consolidar un sistema de juego acorde a la historia de ambas selecciones precipitaría cambios.
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