Fragmento del libro El diario de Ana Frank
Y ahora he llegado al punto alrededor del cual gira todo este asunto de mi
diario de vida: ¡en realidad no tengo amiga! Quiero explicar esto en más
detalle, pues nadie comprende que una muchacha de sólo trece años se
sienta tan sola. Y, por cierto, llama la atención. Tengo padres fragmento del
libro el diario de Ana F conocidos, más o menos. Tengo una corte de
admiradores que me dan en todos los gustos y que durante las horas de
clase suelen manipular algún espejito de bolsillo hasta que logran capturar
una sonrisa mía. Tengo parientes, unos tíos y unas tías realmente
encantadores, una linda casa y, en realidad, no me falta nada, salvo... ¡una
amiga! Con ninguno de mis conocidos puedo hacer otras cosas que
bromear o cometer disparates. Me es imposible expresarme de veras y me
siento interiormente abotonada. Tal vez esa falta de confianza sea un
problema mío, pero las cosas son así, lamentablemente, y no logro superar
mi condición. Por eso el diario. Con el fin de exacerbar aún más en mi la
idea de la amiga ausente, no anotaré sólo hechos en mi diario, como suele
hacer el grueso de la gente, sino que este diario mismo será mi amiga y esa
amiga habrá de llamarse ¡KITTY!
Nadie sería capaz de comprender mis conversaciones con Kitty si no
cuento antes algo de mí. Muy a mi pesar narraré brevemente lo que ha sido
mi vida hasta ahora. Cuando se casaron mis padres, papá tenía 36 años y
mamá 25. Mi hermana Margot nació en Frankfurt del Meno en 1926. Yo
nací el 12 de junio de 1929. Por ser judíos debimos emigrar a Holanda en
1933, país en que mi padre asumió el cargo de director de Travis, S.A. Esta
colabora estrechamente con la firma Kolen & Co., cuyas oficinas están en el
mismo edificio. Nuestra vida transcurrió llena de sobresaltos, pues nuestros
parientes que no salieron de Alemania cayeron bajo el peso de la
persecución desencadenada por las leyes de Hitler. Tras el programa de
1938, los dos hermanos de mamá huyeron a América. Nuestra abuela se
refugió con nosotros. Entonces tenía 73 años. Después de 1940 terminaron
los buenos tiempos. Primero vino la guerra, luego la rendición, enseguida la
entrada de los alemanes a Holanda. Y así comenzó la miseria. Un decreto
dictatorial siguió a otro y los judíos se vieron especialmente afectados.
Tuvieron que llevar una estrella amarilla en su vestimenta, entregar sus
bicicletas y ya no podían viajar en tranvía, para no hablar de automóviles.
Los judíos sólo podían hacer compras entre 3 y 5 de la tarde, y sólo en
tiendas judías. No podían salir a la calle después de las ocho de la tarde y
tampoco salir a sus balcones o jardines después de esa hora. Los judíos
tenían vedados los teatros y los cines, así como cualquier otro lugar de
entretenimiento público. No podían ya nadar en las albercas públicas o
practicar el tenis o el hockey. Se les prohibieron todos los deportes. Los
judíos tenían prohibido visitar a sus amigos cristianos. Los niños judíos
deben acudir exclusivamente a escuelas judías. Así se amontonan las
prohibiciones arbitrarias. Toda nuestra vida estaba sometida a este tipo de
presiones. Jopie suele decirme: «Ya no me atrevo a hacer casi nada, pues
siempre pienso que puede estar prohibido». Abuela murió en enero de este
año. Nadie sabe cuánto la quería y cuánto la echo de menos. En 1934
ingresé al jardín infantil del Colegio Montessori y después seguí allí. El año
pasado tuve a la directora, la Sra. K, como jefa de mi clase. Al concluir el
año nos despedimos emocionadas y lloramos largo rato abrazadas. Margot
y yo debimos proseguir nuestros estudios en el Liceo Judío a partir de
1941. Nosotros cuatro estamos bien ahora, y así llegó el momento actual y
prosigo mi diario.
a)identificar el narrador
Respuestas
Respuesta dada por:
3
Respuesta:
Narrador protagonista.
Explicación:
anatrochezincodelca1:
gracias
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