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Históricamente los rayos catódicos fueron descubiertos por vez primera por Plucker en 1858 (Falconer, 1987), mucho antes de que Thomson llegase a estar interesado en ellos. El punto de vista de este investigador sobre la naturaleza de la electricidad encajaba dentro de la aceptada tradición de la electrodinámica de Maxwell. Para Thomson la electricidad era un estado tenso del éter y la descarga en los tubos de rayos catódicos era una relajación de ese estado, con una consecuente disipación de energía. En el momento en que Thomson realizó sus experimentos, estaba consciente de la controversia con respecto a la naturaleza de los rayos catódicos, la cual giraba en torno a la pregunta: ¿Eran partículas u ondas en el éter? (Achinstein, 1991; Falconer, 1987).
La controversia realmente comenzó en 1879 con el apoyo de Crookes a la teoría de partículas de los rayos catódicos. La desviación de los rayos catódicos por un campo electrostático se consideró una fuerte evidencia a favor de esta teoría. De acuerdo con Niaz (1998), los partidarios de la teoría del éter, Goldstein, Hertz y Weidemann, suministraron evidencias experimentales de que los rayos catódicos no eran desviados por un campo eléctrico, describiendo los rayos como una clase de perturbación etérea similar a la luz. De modo que la discusión sobre la naturaleza de los rayos se convierte en el principio heurístico que estimula la competencia entre programas de investigación rivales que chocan en la fase de la evidencia (Burbules y Linn, 1991; Lakatos, 1970; McMullin, 1985; Niaz, 1994).
A principios de 1897 Thomson efectuó una serie de experimentos cuyos resultados fueron publicados extensamente en la revista Philosophical Magazine (Thomson, 1897). Entre los aspectos resaltantes del artículo de Thomson están: 1) establece que los experimentos tienen como objetivos, específicamente, lograr alguna información en cuanto a la naturaleza de los rayos catódicos; 2) describe la controversia con respecto a la naturaleza de los rayos catódicos y se muestra inclinado a favor de la teoría de partículas; 3) explica la razón por la cual Hertz no pudo obtener una desviación de los rayos catódicos electrostáticamente, debido a que ésta podía ser obtenida solamente cuando el vacío era muy bueno, aspecto que no había sido tomado en cuenta por Hertz; 4) resume las propiedades de los rayos catódicos y señala un aspecto fundamental de sus experimentos: los rayos catódicos son los mismos, cualquiera que sea el gas a través del cual las descargas pasan, y concluye:
Cuando los rayos catódicos transportan una carga, son desviados por una fuerza magnética en la misma forma que esta fuerza pudiera actuar sobre un cuerpo electrificado negativamente moviéndose a lo largo de la trayectoria de estos rayos, no puedo ver escapatoria a la conclusión de que ellos son cargas de electricidad negativa transportadas por partículas de materia... (Thomson, 1897, p.302).
De acuerdo con Niaz (1998), éste es el aspecto más importante del artículo de Thomson, y demuestra claramente que él visualizó que la determinación de la razón masa/carga (m/e) de los rayos catódicos podría ayudarle a identificarlos como iones o como partículas universales con carga. Thomson (1897) reportó en su artículo un valor de 10-7 para la razón masa/carga (m/e) de los rayos catódicos, lo que quizás pueda ser considerada la contribución experimental más importante del artículo. Esta postulación de Thomson es un reflejo de la capacidad creativa de los científicos, debido a que su autor fue más allá de la simple presentación de los resultados experimentales, mediante la especulación, proposición de hipótesis y de un modelo (cf. Niaz, 1994). Aunque otros físicos, partidarios de la teoría del éter, (Kaufmann, Schuster, y Wiechert), fueron capaces de calcular la razón masa/carga en el mismo año que Thomson, no tuvieron la capacidad de hacer predicción alguna con los resultados, debido a que mantenían el enfoque de los rayos catódicos como ondas en el éter (Niaz, 1998). Esto demuestra claramente que para la evolución de la ciencia lo más importante no son los resultados experimentales, tal como lo postula la filosofía positivista, sino los principios heurísticos o explicativos que le permiten a un programa de investigación en crecimiento, predecir hechos que son teóricamente nuevos y, por tanto, el diseño de los experimentos (Lakatos, 1970; Schwab, 1974).
Explicación:
Corona y 5 estrellas porfa