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Querido Dios:
Hace días que vengo meditando en qué podría yo regalarte, pues eres el dueño absoluto del Universo. Vistes al cielo de azul, posees la hermosa creación y todo cuanto hay en la tierra te pertenece. Tú eres también el dueño de mi vida, mente y alma. En cada pensamiento habitas siempre, no existe nada que pueda yo darte.
Y reflexionando me puse a pensar en la obediencia y de la obediencia también pensé que es muy importante el tiempo que te dedico. Quiero ofrecerte un tiempo de calidad donde juntos podamos conversar y tu corazón inundado salte de alegría.
Quiero brindarte mi gratitud a través de mi inspiración. Quiero alabarte por siempre, no importa cuál sea mi situación. Hacer el bien a todo el que pueda, porque ayudándolos a ellos, agrego gozo a tu corazón. Mis manos también son tuyas, haz lo que quieras con ellas. Y que mis pies caminen por la senda que tú señales, que tú dirijas.
Te entrego mis lágrimas, no de sufrimiento, sino de agradecimiento y esperanza. Quiero mostrarte mi gratitud cada día de mi vida. Mi fe está puesta en ti, eres mi único y absoluto Salvador. Por más que yo quiera o intente expresarte, nunca alcanzarán las palabras.
Gracias por todo lo que has hecho y dado por mí. Por bendecirme continuamente, por hacer que mi pecho brinque al ritmo de tu corazón. Eres la puerta y también la llave. Soy amad@ por ti. ¡Mil gracias Padre por mirarme y siempre ayudarme!
Te ama tu hij@.
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