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(Karl Loewenstein. Teoría de la Constitución)
En este artículo me referiré a una sección del libro del destacado jurista alemán, Karl Lowenstein (1891-1973), titulado “Teoría de la Constitución”, específicamente examinaré el capítulo V de la edición en español del año 1986, traducida por el académico de Derecho Alfredo Gallego Anabitarte. En el Prólogo a la edición alemana (1958) Loewenstein explica la razón por la cual la edición de su libro inglés (publicado por Chicago Press) se tituló “Political power and the govermental process”, mientras que la edición alemana se tituló “Verfassungslehre” (Teoría de la Constitución, mismo título que la edición en español). Lo anterior se debió a que, en la “academia” estadounidense, lo relativo al análisis comparativo del papel que juega la Constitución en distintas formas de gobierno correspondía a lo que se conoce como “Comparative Government”. La “Ciencia Política” estadounidense se caracterizaba por el pragmatismo y realismo, así como también por su distanciamiento de aquellos enfoques de carácter teórico-abstractos de la esencia y función de la Constitución (más común en la “academia” alemana). Así, en el mundo anglosajón, señala el autor, la idea de una “Teoría de la Constitución” que intentase captar una esencia de esta misma era algo ajeno a la academia estadounidense.
Es por ello que la edición en inglés no se tituló “Constitutional Theory” ya que hubiese sido, a ojos del lector estadounidense, algo inoportuno y equívoco (algo que no hubiese sucedido bajo la óptica del lector alemán). Ahora bien, Loewenstein señala que su obra está lejos de ser una exposición teórico-abstracta de la esencia de la Constitución en general. Y esto nos da una primera aproximación al enfoque de este autor en este tema: su relativismo e historicismo, es decir, no se puede abordar la Constitución al margen de la historia y las características propias de la sociedad en la cual emerge. Como explica el mismo autor, tras dos guerra mundiales los seres humanos se han vuelto profundamente conscientes de la relatividad y fugacidad de todo acontecer mundial, y nos exontramos lejos de aquel siglo XVIII en donde predominaba una fe ingenua en el progreso de la humanidad.
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