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Juego 1: El espejo
Cara y manos son la parte más visible de la expresión con la que comunicamos nuestros sentimientos. Vamos a poner caritas, representar emociones y que el resto de jugadores las adivinen. Podemos jugar de 2 maneras:
El niño se coloca delante del resto jugadores, sentado en una silla, representa la emoción y quién la acierta es el siguiente en salir.
Hacemos una fila o corro en el que todos damos la espalda al niño que se la liga, menos el que se sienta a su lado. El pequeño representa a su “vecino”; éste, lo que ha entendido, al siguiente; y así sucesivamente hasta que completamos la fila o el corro. Como en “el teléfono escacharrado”, el último es el que tiene que dar nombre a la emoción representada.
Solo se pueden usar la cara y las manos para jugar, se trata de evitar mover todo el cuerpo y concentrar la comunicación en la expresión gestual.
Si los niños son muy pequeños, es recomendable jugar solo con las emociones básicas –alegría, ira, sorpresa, tristeza, miedo y asco–; si son mayores podemos incorporar más –por ira, diferenciamos entre enfadado y furioso; el miedo lo clasificamos en nervioso, asustado y aterrorizado; etc…–. Dominadas las emociones, al juego se le pueden añadir sensaciones: sueño, hambre, frío, calor…
Un truco para ayudar a los peques con un elemento visual, es usar los emojis del móvil. Si os gustan las manualidades, fabricad fichas, cartas o tarjetas con el emoticono y el nombre de la emoción escrita debajo en castellano o en inglés.
Juego 2. ¿Quién soy?
Sencillo, se trata de adiviniar a quién estás imitando mediante mímica. Podemos usar todo el cuerpo y mediante gestos, posturas y movimientos representar animales, profesiones, acciones –cocinar, clavar un cuadro, estudiar…–.
Os proponemos una dinámica muy divertida del “¿Quién soy?” para realizar esos días de verano en los que se reúne toda la familia: abuelos, tíos, primos… Cortad un folio en pedacitos, id escribiendo el nombre de cada uno y meted los papelitos en una bolsa o caja. El que se la “ligue” tiene que coger un papelito e imitar mediante mímica a la persona cuyo nombre está escrito en el papelito. No se le puede escapar ninguna palabra, tampoco se puede usar ningún tipo de objeto, solo mimo. Parece sencillo, pero es más complicado de lo que parece. Y muy, muy divertido.
Juego 3. El baúl mágico
Avanzamos con la mímica, casi somos profesionales ya, así que estamos preparados para improvisar. La improvisación es sustancial al teatro y fundamental para desarrollar la imaginación. Vamos a improvisar con objetos.
El juego consiste en meter objetos comunes en una caja: una cuerda, una pelota, un bolígrafo, cuántos más mejor. Con cada uno de estos objetos habrá que hacer un pequeño mimo, pero… ¡Magia! Dando a cada objeto otra utilidad distinta de la que tiene. Por ejemplo: la pelota es ahora la bola mágica que utiliza un hada para ver el futuro; el bolígrafo se ha convertido en un cepillo de pelo. El que adivine en qué se ha convertido el objeto dentro del baúl mágico, se la “liga”.
Juego 4. La pantomima
Ya somos mimos, podemos hacer una representación completa. Sin hablar, esa es la regla, pero poniendo todo nuestro potencial en gestos y movimientos. Si somos muchos, nos dividiremos en grupos; si somos pocos, lo haremos individualmente.
En 5 minutos controlados por reloj, tenemos que representar mediante mímica una acción de la vida cotidiana. Por ejemplo, atracar un banco. ¡Uf, esto no es ni cotidiano, ni lo hacemos, pero vale como pantomima!. Otros ejemplos más comunes: hacer una tortilla de patata, ir al trabajo,…
Una versión muy divertida para jugar en familia es realizar una pantomima de momentos representativos de la historia familiar. Por ejemplo, la boda de un hermano, la cena de la Nochebuena pasada… Para ponerle más emoción, se puede incluir el factor sorpresa usando fotografías y elegirlas al azar