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Hace algunos años, la entonces alcaldesa de Aguascalientes Lorena Martínez tenía un problema. La petrolera PEMEX había construido un oleoducto en medio de la ciudad. El lugar era la zona más olvidada de la ciudad y había mucha violencia causada por las pandillas y el tráfico de drogas.
La alcaldesa quería hacer algo que ayudara a reconstruir el tejido social de esos barrios. Muchos líderes pensarían que estas comunidades sólo necesitaban más policías. Pero ella, quería explorar una política distinta.
Así nació Línea Verde, un proyecto de transformación urbana y social que logró reducir los índices delictuales en un 42%.
Hoy, nos reunimos en Medellín, una ciudad que ha tenido muchas innovaciones de este tipo. De hecho, Lorena Martínez se había inspirado en la experiencia de esta ciudad.
Dada la inseguridad que vivimos en América Latina y el Caribe nos urgen más proyectos como la Línea Verde.
El crimen y la violencia condicionan nuestras decisiones diarias. Dónde vivimos, por dónde transitamos, dónde invertimos, y qué hacemos o dejamos de hacer un fin de semana. Es decir, afectan nuestra calidad de vida y nuestro bienestar.
No tengo duda, que el desarrollo sostenible que tanto queremos no se puede lograr sin seguridad y viviendo con miedo. Esto me hace recordar un reporte que leí recientemente sobre Rio de Janeiro que decía que solo hubo 11 días de este año en los cuales ninguna escuela canceló clases por violencia.
Si queremos comunidades donde las personas puedan vivir tranquilas y donde los niños vayan a la escuela sin miedo, tenemos que actuar para transformar sus entornos de violencia.
En América Latina y el Caribe, 11.000 personas mueren al mes a causa de la violencia, lo que equivale a un accidente de avión todos los días del año.
El homicidio es la causa principal de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años y la tasa de asesinatos de mujeres casi duplica el promedio mundial.
No toda la violencia es homicida. El delito común está afectando el bienestar y calidad de vida de las personas cada vez más.
Toda esta violencia no solo tiene un gran costo humano. Tiene también un costo económico importante. En el BID hemos estimado que el crimen y la violencia le cuestan a nuestra región alrededor de un 3,5% de su PIB anual. Esto equivale a la inversión anual de la región en infraestructura.
Ahora bien, esta violencia no afecta por igual a todos los lugares. América Latina y el Caribe tiene ciudades tan seguras como Madrid o New York, y otras con niveles de homicidios que cuadruplican el promedio global (de 8 homicidios por cada 100.000 habitantes).
También existen diferencias dentro de las mismas ciudades. Un reciente estudio realizado por el BID demostró que 50% del crimen ocurría en alrededor del 5% de los segmentos de calle
Por esta razón, nuestros esfuerzos para reducir la violencia deben focalizarse en lo local, y estar centrados en los ciudadanos.
Los gobiernos locales están estratégicamente posicionados para dar respuestas a las demandas de los ciudadanos. Ellos conocen las amenazas que afectan cada rincón y a cada vecino del barrio.
Sin embargo, aún queda mucho trabajo para que estos gobiernos locales puedan proveer y garantizar seguridad ciudadana más efectivamente. La buena noticia es que hoy tenemos ejemplos de ciudades de América Latina y el Caribe que asumieron la seguridad como área prioritaria de su gestión. Medellín, Bogotá, Quito, San Salvador y otras han demostrado que, con un fuerte liderazgo, y un enfoque de gobernanza compartida entre lo nacional y lo local, pudieron reducirlos niveles de criminalidad.
Desde el BID hemos estado involucrados en más de una docena de reformas de policías, y hemos invertido en más de 30 programas de prevención de la violencia a nivel local.
Hemos visto mucho, y la fantástica coincidencia es que uno de los primeros proyectos de Seguridad Ciudadana que apoyó el BID fue en Colombia, en Medellín y Bogotá. Fueron justamente estas ciudades que mostraron el camino para el manejo local de la seguridad ciudadana.
Hoy les quiero compartir cinco elementos que hemos identificado como esenciales para reducir la inseguridad desde lo local.
El primer elemento, es sin duda, empezar por hacerse cargo. Un alcalde no puede exonerarse de responsabilidades y delegar el control de la delincuencia a otros. El liderazgo por parte de las autoridades locales es esencial. Es la muestra de un gobierno que escucha el clamor de sus ciudadanos por mayor seguridad. Esto, independientemente de que las responsabilidades vengan o no de marcos normativos.
Es el Gobierno Nacional quien tiene que contribuir a construir capacidades para que los actores clave puedan actuar, y sobre todo apoyarlos cuando el crimen desborda sus capacidades locales.
Un segundo elemento es alinear las acciones de los diferentes sectores gubernamentales hacia un mismo objetivo: la reducción del crimen y la violencia.
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