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Respuesta:
Las inversiones en infraestructura para el transporte generan diversas formas de apropiación del territorio, con sus efectos directos e indirectos. El debate se centra entonces alrededor de las nociones de crecimiento y desarrollo.
Viajar, trasladarse, transportar, desplazarse, atravesar el espacio. Tiempos y distancia. ¿Qué significa el transporte? ¿Cómo fue su proceso de evolución? ¿Cómo se sigue transformando y para qué? ¿Cómo se relaciona el transporte con el territorio?
En las líneas que siguen se busca analizar algunos aspectos de la relación entre transporte y territorio a través del análisis de un caso particular: la Hidrovía Paraná-Paraguay.
Se entiende que el transporte es un sistema de medios para conducir personas y cosas de un lugar a otro, que contribuye a fortalecer determinados vínculos y que permite ciertos flujos, asociados a la demanda de algunos actores sociales. Si el territorio puede estar vinculado tanto al ejercicio del poder y al control de la movilidad, como a la creación de circuitos para la producción, circulación y consumo, la localización de actividades y sus interrelaciones a través del transporte evidencian un proceso que involucra relaciones de poder y, con ello, distintas formas de apropiación del espacio.
En forma previa al análisis de la Hidrovía nos interesa reflexionar sobre las formas que el transporte fue adquiriendo a lo largo de la historia, las formas que estuvieron y están vinculadas a diferentes intereses económicos y políticos.
Las inversiones en infraestructuras, como las de transporte, al aumentar la accesibilidad en determinadas zonas y disminuirla relativamente en otras, tienen efectos sobre los territorios, ya que cambian las distancias relativas entre el conjunto de actividades, aumentando o disminuyendo las ventajas comparativas de determinadas localizaciones, y generando procesos de valorización y diferenciación espacial y social, habilitando la integración de espacios y de mercados al sistema económico.
Antes de la revolución industrial, las ciudades eran compactas, pequeñas, con poco dominio sobre el entorno y en general se encerraban sobre si mismas para protegerse. Los mercados eran mayormente de carácter local. Los viajes se realizaban por tracción a sangre, a pie, y, para comerciar con comunidades más distantes, por vía fluvial o marítima. Con el desarrollo de la navegación, los egipcios y luego los fenicios transformaron las distancias ampliando sensiblemente los mercados y la accesibilidad a los recursos naturales.
Con la revolución industrial se incrementó la producción, y se generaron excedentes que debían ser colocados en mercados más distantes. El sistema tradicional de tracción a sangre, los vehículos arrastrados por animales y el velero a energía eólica no resultaban suficientes tanto por su limitada capacidad de carga como por su estrecha dependencia de las condiciones climáticas. Se necesitaba un medio veloz y económico que permitiera trasladar más productos y ampliar los mercados entonces disponibles para colocar la producción excedente de la revolución industrial. Así, en la década del ’30 del siglo XIX, surge un medio de transporte revolucionario, el primer vehículo terrestre que no se desplazaba por tracción a sangre: el ferrocarril a vapor.
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