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Cuando, por fin, el 12 de octubre de 1492 se divisó tierra, la alegría de los expedicionarios fue inmensa. Habían llegado a una isla de las Bahamas, a la que Colón dio el nombre de San Salvador y que los indígenas llamaban Guanahaní. Esta isla corresponde a la que en el siglo XVIII los ingleses denominaron Watling.
Colón desembarcó y tomó posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos. Todos quedaron maravillados de las tierras y de los hombres, que Colón comenzó a llamar indios (por creer que había llegado a las costas asiáticas) y que le recordaban a los guanches de las Canarias. Estos hombres eran pacíficos, pero carecían de las riquezas que los descubridores esperaban encontrar.
Pronto pasaron a reconocer la costa de la isla y, creyéndose en Extremo Oriente, zarparon de nuevo en busca de Cipango (Japón). Recorrieron las costas de varias islas Bahamas, de Cuba y de Haití, que recibió el nombre de La Española. Al mismo tiempo que seguían manteniendo relaciones con los indígenas, los españoles buscaban especias, aunque, en su lugar, vieron por primera vez el maíz, las canoas, las hamacas y el tabaco.
En la Nochebuena de 1492 naufragó la nao Santa María en la costa norte de La Española. El cargamento se pudo salvar gracias a la ayuda de los indígenas, y con los restos de la nao Colón resolvió construir un fuerte, llamado de La Navidad, que fue el primer establecimiento español en América. Allí quedaron 39 hombres con el fin de mantener las relaciones amistosas con los isleños y buscar minas de oro. A mediados de enero, el Almirante dio la orden de volver. Junto a los españoles se embarcaron algunos indígenas, papagayos, pavos, productos de la tierra y objetos exóticos. En los primeros días de navegación, Colón escribió su famosa "Carta", que estaba destinada a difundir la noticia de su fabuloso descubrimiento.
Las dificultades del viaje de regreso fueron enormes, pero en todo momento Colón demostró sus magníficas cualidades marineras. Los vientos y las tormentas separaron las dos embarcaciones, y Colón, al mando de la Niña se vio obligado a poner rumbo hacia Lisboa, siendo recibido por Juan II, que fue el primero en escuchar el relato de su aventura. El rey portugués reclamó sus derechos sobre las tierras descubiertas, en base al pacto de Alcaçovas, pero Colón le demostró que no había ido a Guinea, sino a las Indias. Ante el temor de represalias de los Reyes Católicos, el monarca le dejó partir rumbo a Palos.
Martín Alonso Pinzón, al mando de la Pinta, se había perdido en una tormenta y arribó a las costas de Galicia, y de allí tomó rumbo a Palos, donde llegó al mismo tiempo que Colón, a mediados de marzo. El Almirante se puso en camino para ver a los reyes, que se encontraban en Barcelona. Atravesó la península despertando la curiosidad de todos con su espectáculo de papagayos, indígenas, plumas exóticas, etc., dejando a los españoles impresionados y admirados
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