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Estaba en segundo año de secundaria y tenía sólo 13 años cuando todo empezó. Primero fueron palabras, luego notas, insultos y luego… Golpes. Siempre fui una persona muy alegre y sonriente, pero encontrar notas en mi mesa y en mis cuadernos con un montón de obscenidades fue, poco a poco, disminuyendo mi sonrisa y mi alegría.
Para mi estar en clases era una pesadilla. Los profesores ya ni siquiera me llamaban al pasar la asistencia, sabían que yo estaba ahí, escondida. Faltaba a clases un día y era imposible conseguir los apuntes, puesto que nadie quería prestármelos.
La verdad me dolía la agresión verbal y las cosas que decían, pero siempre trate de no prestarle atención… Hasta que la agresión se volvió física. Tenía moratones en mis rodillas, mi camisa siempre estaba sucia pues me tiraban cosas encima.
Todo eso me paso a mi, y te pido una cosa. Sé siempre amable con cualquierpersona introvertida, pues tu simple amabilidad le alegrará el día. Ser insultada y humillada en público es realmente doloroso.
Todo eso me afectó de tal manera que dejé de comer, estaba deprimida y me sentía en completa soledad. El no comer me causó anemia, además, ya no hablaba, ya no reía y siempre inventaba excusas para no ir a clases.
Pero una mano amiga me llevó a la luz y me iluminó con su forma de ser. Empecé a comer, a sonreír, a hablar, a verle el lado positivo a la vida. Por eso te digo: dale siempre una mano amiga a quien más lo necesite, porque puedes salvarle la vida. Ahora estoy en un nuevo colegio, han pasado 2 años y y las cosas mejoran.
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