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En su proceso de formación, la tierra colorada que distingue a Misiones ganó no sólo su color sino también profundidad y fertilidad, gracias a la acumulación de óxidos de hierro y aluminio. Si bien es factible la extracción de hierro y aluminio, significaría perder muchas hectáreas de suelos evolucionados aptos para distintos cultivos y que se formaron durante miles de años, advirtió Domingo Sosa, ingeniero agrónomo del Inta Cerro Azul, especialista en la materia.
En las cerca de 3 millones de hectáreas que tiene la provincia, los suelos se dividen -casi en partes iguales de un millón de hectáreas cada una- en tres tipos: los suelos rojos profundos (se los distingue por tener un color rojo intenso y ubicarse en las áreas de menor pendiente), los suelos pardos (tienen un color más tirando a marrón y se ubican en zonas de pendientes suaves), y finalmente los suelos pedregosos (poco profundos y con abundante presencia de piedras).
Existe un cuarto grupo de suelos conocidos como hidromórficos, y corresponden a zonas de bañados, que ocupan un área marginal.
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