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Explicación:
En la batalla de Acosta Ñu, 3.500 niños paraguayos enfrentan a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Luego de la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Piribebuy, Solano López sintiendo amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Piribebuy al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes, resolvió retirarse dividiendo sus tropas en dos divisiones, una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero. El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo, en medio del enemigo, librado a su propia suerte.
Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza. Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por una picada que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos. Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla.
Los paraguayos disponían de unos 3.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6 de infantería. El resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. El general Caballero extendió su línea de batalla destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón.
El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña «la gran desventaja» con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. El general Caballero impidió con habilidad que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. La batalla llegaba a su momento culminante. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero.
Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal. Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.
No le quedaban sino niños y jinetes mal montados. «El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,»después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres. « Su orden era matar »hasta el feto del vientre de la mujer«.»Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su interior los enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. «Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en tras de sí a los pocos que habían escapado de la matanza.