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El campamento de Plumerillo asentado en las adyacencias de La ciudad de Mendoza, fue transformado en una fábrica militar, los pobladores participaron en la elaboración de pólvora y municiones, aprendieron a fundir cañones, hacer uniformes. La fundición de armas estaba a cargo del religioso franciscano fray Luis Beltrán, Antonio Álvarez Condarco se encargó del cuerpo de maestranza y El medico Diego Paroissien estaba a cargo de los servicios sanitarios.
La actividad en Plumerillo incluyó un plan para engañar al enemigo, envío de espías a difundir rumores que el cruce se haría más al sur, para distraer a lo Realista y cruzaron por los difíciles pasos de Los Patos en San Juan, atravesando más de 500 km de cordillera y pre-cordillera, lograron burlar las tropas enemigas.
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A fines de 1815 el general San Martín resolvió evitar el contacto de su ejército con la ciudad, y para ello pensó trasladar los regimientos que se encontraban en los cuarteles de La Cañada, San Agustín y Santo Domingo a campos situados en los alrededores de Mendoza, pero los que consideró apropiados quedaban muy retirados y a él le convenía uno más cercano, que le permitiera atender simultáneamente la preparación de su ejército y los asuntos de gobierno.
Por esto aceptó los terrenos que le cedió en préstamo el vecino don Francisco de Paula de la Reta, a poco más de una legua de la ciudad y a la derecha del camino a San Juan, en el paraje de El Plumerillo, designación popular con que se conocía esa región por la abundancia de una planta parecida a un plumero.
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