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En las primeras etapas de la República, la economía colombiana se caracterizaba por una economía agraria muy tradicional y con la escasa conexión entre las muy diversas regiones del país, dos características que se mantuvieron por mucho tiempo. Como en la colonia, el principal producto de exportación era el oro, aunque con un gradual aumento de la producción en Antioquia y un retroceso del Pacífico colombiano. El crecimiento económico durante la primera década del siglo XIX fue, sin embargo, muy lento.
Los grandes cambios vinieron a mediados del siglo XIX con el desarrollo de nuevos productos de exportación, entre ellos el tabaco, la quina, el café y una minería de oro y plata más moderna. Sin embargo, el despegue exportador solo vino con el café en las primeras tres décadas del siglo XX, con el auge de la zona cafetera central. El lento crecimiento económico que caracterizó la segunda mitad del siglo XIX fue reemplazado por una expansión rápida e importantes inversiones en la infraestructura del país.
La crisis mundial de los años treinta del siglo XX frenó las oportunidades de exportación y puso a la industria manufacturera y a los servicios modernos orientados hacia el mercado interno en el centro del desarrollo. Las iniciativas industriales se remontaban a experimentos pioneros de fines del siglo XIX y comienzos del XX. La industria y los servicios modernos fueron el eje de un proceso de un crecimiento económico rápido que se prolongó hasta los años 70. Estuvo acompañado por un esfuerzo relativamente exitoso por diversificar la base exportadora desde la crisis cafetera de mediados de los años 50.
Colombia se salvó en parte de la crisis latinoamericana de la deuda de los años 80, pero a partir de entonces entró en un proceso de menor expansión económica. La expectativa de que la apertura económica de comienzos de los años 90 acelerara el crecimiento no se realizó: alcanzó un 3,5% anual en 1990-2018 vs. 5,1% en 1950-1980. La causa básica de la desaceleración ha sido una fuerte y prolongada desindustrialización y dificultades del sector agropecuario para adecuarse a una economía más abierta. El gran cambio positivo ha sido la creciente importancia de los sectores petrolero y mineros, especialmente del primero, que se consolidó en las primeras décadas del siglo XXI.