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Respuesta:
Cuando se produjo la Revolución de Mayo los “notables” o “decentes” de Buenos Aires se consideraron herederos naturales y únicos del puerto, es decir de las rentas que producía su Aduana, los únicos ingresos significativos de las flamantes Provincias Unidas del Río de la Plata, como entonces se llamaba a lo que a la larga sería nuestra Argentina.
Concebían a Mayo como un movimiento municipal al que debían integrarse las demás provincias, cuyos habitantes eran considerados por la dirigencia porteña como “bárbaros”, condenados a la ignorancia por los largos años de despiadada colonización, por lo que su único aporte reconocible era constituir la soldadesca de los ejércitos patriotas pero negándoles en la práctica toda capacidad estratégica o intelectual. Salvo aquellos provenientes de la clase dominante provincial como el del cordobés deán Funes, en un principio, o del puntano Pueyrredón, poco más adelante, quienes terminaron “aporteñándose”, absorbidos por los tejes y manejes de los logistas (integrantes de la sociedades secretas ligadas a la masonería), de los rivadavianos (unitarios luego rebautizados liberales –lo eran en lo económico pero autoritarios en lo político–) o de los directoriales (partidarios de la autoridad única y supraprovincial del Director Supremo)
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