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Explicación:1. El Estado es independiente, no existe un poder superior a él dentro de su jurisdicción, es soberano según comentábamos en el artículo “Orígenes del Estado moderno de Nabarra”, donde, por ejemplo, recordábamos lo que decía el historiador nabarro del Beárn Pierre Tucco Chala (nacido en 1924), el cual afirmaba que: “ciertos juristas siguen los análisis de Jean Bodin –teórico absolutista-, creyendo anacrónica toda reflexión sobre la noción de soberanía antes del siglo XVI. Esto no es así, pues los estudios más recientes muestran que las palabras “soberano” y “soberanía” eran conocidas desde la mitad del siglo XII y de un empleo corriente en el siglo XIV”. El galdakanés Joseba Ariznabarreta en su reciente libro “Pueblo y Poder” resumía lo que es un Estado moderno: “La soberanía, principio o fuente del poder (potestas), pertenece al estado como tal, el ejercicio del poder (dominiun), al jefe efectivo del estado, es decir, al gobierno. Mediante la noción de soberanía se designará desde entonces la capacidad en ejercicio de ese órgano de poder político -el estado moderno- para mantener duraderamente el orden interno y la independencia respecto del exterior. Dicho con otras palabras, soberanía significa que el estado cuenta con los recursos ad hoc suficientes para ejercer la violencia interna y externa exigidos para el normal y rutinario desenvolvimiento de la actividad general del pueblo del estado”.
2. Institucionalización política: separación del poder político del religioso. El Estado dispone del monopolio del poder político (que en última instancia son las fuerzas policiales y el ejército, el monopolio de la violencia armada). Nos referimos al poder religioso usado como elemento para el control de las masas, como poder ideológico. Pero hasta la Edad Media (e incluso hoy) como decía Maquiavelo: “Jamás hubo Estado ninguno al que no se diera por fundamento la religión, y los más prevenidos de los fundadores de imperios le atribuyeron el mayor influjo posible en las cosas de la política”.
3. Despersonalización del poder: el poder del Estado existe y se ejerce independientemente de quien lo haga en cada momento. El Estado no es una cuestión de un rey o gobernante. Manuel García Pelayo en “Del mito y de la razón en la historia del pensamiento político” comenta al respecto: “Unido al nacimiento del Estado moderno va el de una economía destinada a sustentarlo financieramente, es decir, a hacer frente a los gastos necesarios para mantener funcionarios a sueldo, sostener un ejército mercenario y desplegar una política interior y exterior mucho más activa y costosa que la de los tiempos precedentes.
El Estado moderno -especialmente en su versión absolutista- se ha formado paralelamente al desarrollo de la administración burocrática. Ello no ha sido así por azar histórico, sino por necesidad estructural, pues el Estado es una institución no ciertamente separada, pero sí destacada de la sociedad, y superpuesta a ella; no independiente, pero sí autónoma de la realidad social, de tal manera que los poderes sociales necesitan de un proceso de transformación para convertirse en políticos, mientras que en la Edad Media ambas dimensiones del poder se hallaban confundidas” (por ejemplo, en Nabarra el Concejo de los valles no era ni es parte del poder estatal, sino que es un poder social que ni hoy controlan los partidos políticos ni ningún órgano estatal).
Ahora bien, el Estado se destaca de la sociedad al asumir el monopolio de los intereses públicos y se superpone a ella mediante un cuerpo de funcionarios, que sólo obedece a los principios y normas del Estado, que está estructurado según una jerarquía distinta y superior, en su orden a la jerarquía social (de tal modo que el más inferior de los funcionarios tiene, dentro de su competencia, un poder jurídico superior al más poderoso de los particulares), y que no es agente de los intereses parciales de los grupos sociales, sino de los tenidos por intereses generales del Estado.
Además, el Estado moderno se ha construido bajo la idea de la soberanía y, por tanto, de la unidad del poder del Estado, lo que lleva implícito que todo poder derive de un centro originario y que, por consiguiente, no se ejerza por los funcionarios como propio Derecho, sino a título de una competencia impersonal.
4. Formalización de ese poder: derechos y jurisdicciones que evitan la arbitrariedad. De acuerdo con ello, las Constituciones prohíben a los prelados, condes, barones, caballeros y ciudades -es decir, a todas las dignidades y personas físicas o colectivas que hasta entonces habían detentado poderes públicos- el ejercicio de la jurisdicción criminal en sus tierras, la cual queda exclusivamente reservada a los jueces del Estado; la desobediencia a este mandato se castiga con la muerte.
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Explicación:1. El Estado es independiente, no existe un poder superior a él dentro de su jurisdicción, es soberano según comentábamos en el artículo “Orígenes del Estado moderno de Nabarra”, donde, por ejemplo, recordábamos lo que decía el historiador nabarro del Beárn Pierre Tucco Chala (nacido en 1924), el cual afirmaba que: “ciertos juristas siguen los análisis de Jean Bodin –teórico absolutista-, creyendo anacrónica toda reflexión sobre la noción de soberanía antes del siglo XVI. Esto no es así, pues los estudios más recientes muestran que las palabras “soberano” y “soberanía” eran conocidas desde la mitad del siglo XII y de un empleo corriente en el siglo XIV”. El galdakanés Joseba Ariznabarreta en su reciente libro “Pueblo y Poder” resumía lo que es un Estado moderno: “La soberanía, principio o fuente del poder (potestas), pertenece al estado como tal, el ejercicio del poder (dominiun), al jefe efectivo del estado, es decir, al gobierno. Mediante la noción de soberanía se designará desde entonces la capacidad en ejercicio de ese órgano de poder político -el estado moderno- para mantener duraderamente el orden interno y la independencia respecto del exterior. Dicho con otras palabras, soberanía significa que el estado cuenta con los recursos ad hoc suficientes para ejercer la violencia interna y externa exigidos para el normal y rutinario desenvolvimiento de la actividad general del pueblo del estado”.
2. Institucionalización política: separación del poder político del religioso. El Estado dispone del monopolio del poder político (que en última instancia son las fuerzas policiales y el ejército, el monopolio de la violencia armada). Nos referimos al poder religioso usado como elemento para el control de las masas, como poder ideológico. Pero hasta la Edad Media (e incluso hoy) como decía Maquiavelo: “Jamás hubo Estado ninguno al que no se diera por fundamento la religión, y los más prevenidos de los fundadores de imperios le atribuyeron el mayor influjo posible en las cosas de la política”.
3. Despersonalización del poder: el poder del Estado existe y se ejerce independientemente de quien lo haga en cada momento. El Estado no es una cuestión de un rey o gobernante. Manuel García Pelayo en “Del mito y de la razón en la historia del pensamiento político” comenta al respecto: “Unido al nacimiento del Estado moderno va el de una economía destinada a sustentarlo financieramente, es decir, a hacer frente a los gastos necesarios para mantener funcionarios a sueldo, sostener un ejército mercenario y desplegar una política interior y exterior mucho más activa y costosa que la de los tiempos precedentes.
El Estado moderno -especialmente en su versión absolutista- se ha formado paralelamente al desarrollo de la administración burocrática. Ello no ha sido así por azar histórico, sino por necesidad estructural, pues el Estado es una institución no ciertamente separada, pero sí destacada de la sociedad, y superpuesta a ella; no independiente, pero sí autónoma de la realidad social, de tal manera que los poderes sociales necesitan de un proceso de transformación para convertirse en políticos, mientras que en la Edad Media ambas dimensiones del poder se hallaban confundidas” (por ejemplo, en Nabarra el Concejo de los valles no era ni es parte del poder estatal, sino que es un poder social que ni hoy controlan los partidos políticos ni ningún órgano estatal).
Ahora bien, el Estado se destaca de la sociedad al asumir el monopolio de los intereses públicos y se superpone a ella mediante un cuerpo de funcionarios, que sólo obedece a los principios y normas del Estado, que está estructurado según una jerarquía distinta y superior, en su orden a la jerarquía social (de tal modo que el más inferior de los funcionarios tiene, dentro de su competencia, un poder jurídico superior al más poderoso de los particulares), y que no es agente de los intereses parciales de los grupos sociales, sino de los tenidos por intereses generales del Estado.
Además, el Estado moderno se ha construido bajo la idea de la soberanía y, por tanto, de la unidad del poder del Estado, lo que ll