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Sesgo de afinidad
Esto hace referencia a nuestra preferencia inconsciente por aquellos con cualidades parecidas a las nuestras. Sucede porque nuestro cerebro los ve como alguien cercano y reconocible, y a todos nos gusta estar con gente con quien consideramos que tenemos cosas en común.
Si, por ejemplo, alguien fue a la misma universidad que nosotros, o tiene los mismos hobbies, es probable que sintamos afinidad hacia ellos. Sin embargo, esto nos puede nublar el juicio a la hora de discernir qué personas son mejores para la empresa y puede dar como resultado menor diversidad entre los empleados, lo que significa menos creatividad en las perspectivas y planteamientos laborales.
Sesgo de atribución
Esto se aplica en general a cómo juzgamos a los demás; tiene que ver, por ejemplo, con nuestra percepción de nuestras propias acciones frente a las de otros.
Normalmente atribuimos nuestros logros a nuestras habilidades, y nuestros fracasos a factores externos. Esta percepción, sin embargo, suele ser la contraria cuando se trata de los demás. Cuando tienen éxito, a menudo lo atribuimos a la suerte, y sus errores nos parecen fruto de su falta de habilidad o sus deficiencias personales.
Sesgo de apariencia
Con este prejuicio, tendemos a creer que la persona más atractiva es la que más éxito va a tener. Todos somos conscientes de la apariencia de los demás porque las apariencias son importantes, especialmente en el entorno laboral, ya que reflejan la profesionalidad y la conciencia de uno mismo.
Sin embargo, es posible que, de manera inconsciente, juzguemos a los demás injustamente en función de sus atributos físicos. Esto puede tener su origen en una imagen subconsciente y estereotípica del aspecto que debe tener una persona de éxito.
Sesgo de confirmación
Se refiere a cómo buscamos evidencia que sustente nuestras propias opiniones, en vez de intentar analizar la situación completa. Esto puede tener como consecuencia la observación selectiva, que significa que ignoramos la información que no nos interesa y nos centramos en lo que encaja con nuestro punto de vista.
La mayoría caemos inconscientemente en el sesgo de confirmación porque buscamos confirmación de que nuestra valoración inicial de una persona era correcta; lo hacemos incluso para reforzar otros prejuicios inconscientes, así que es importante controlarlo.
Prejuicios de género
Consiste sencillamente en la preferencia de un género sobre el otro, y a menudo proviene de creencias muy arraigadas sobre roles y estereotipos de género. Esto nos puede llevar a inclinarnos inconscientemente hacia una persona por su género y las cualidades que asociamos a él.
Los prejuicios de género se dan porque preferimos a las personas con las que tenemos algo en común, especialmente a las del mismo género. A menudo conectamos con ellas más fácilmente porque compartimos experiencias físicas y emocionales propias del género.
Efecto halo
Sucede cuando nos centramos en una cualidad especialmente impresionante de una persona. De ahí en adelante, vemos todo lo relativo a esa persona bajo la luz positiva de su “halo”, lo que nos hace pensar que es “aún más perfecta” de lo que es en realidad.
Con un efecto parecido a los de afinidad y confirmación, este sesgo nos hace pasar por alto otros detalles, y distorsiona nuestra visión de otras facetas de la persona, sobre todo las negativas.
Efecto diablo
Es lo opuesto al efecto halo: nos centramos en una cualidad especialmente negativa de una persona, y esto nos nubla el juicio a la hora de valorar sus otras cualidades. Es importante recordar que un error o defecto no representan a la persona en su conjunto.