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Desde el avión la selva amazónica parece un serpentario gigante. Sus diferentes ríos la recorren como si fueran anacondas en busca de su presa. En media hora aterrizaremos en la ciudad peruana de Iquitos, pero aún no hay rastros urbanos. Solo se ve una vegetación que se pierde en el horizonte. Recién logramos ver el Aeropuerto Internacional Vignetta unos minutos antes de aterrizar. Al bajar, un clima húmedo y pegajoso nos envuelve. El cielo está nublado y parece que en cualquier momento empezará a llover.
Al salir a la calle, una docena de personas se abalanzan y me ofrecen transporte y un paquete turístico para conocer la selva. Esquivo la mirada como si fuera una estrella de rock perseguido por sus fans. Pero lo pienso mejor y decido detenerme un minuto para escuchar ofertas. Finalmente, elijo una de las propuestas y me subo a un mototaxi para ir hasta al centro de la ciudad. El viaje cuesta 20 soles, la mitad de lo que me saldría un taxi común. Una telaraña de clave rojo me separa del conductor y lo único que me protege del clima es un techo de lona azul. Miro las nubes grises y ruego para que no comience a llover. Mi mochila viaja a la intemperie.
El mototaxi me lleva hasta una empresa de turismo que se encuentra enfrente de la Plaza de Armas, la más importante de la ciudad. Allí me recibe Jorge, uno de sus dueños. Él me cuenta que Iquitos es la ciudad más importante de la Amazonia peruana. Durante la fiebre del caucho, a fines del siglo XIX, fue su época de esplendor. Hoy vive al ritmo del turismo aventura. A diario viajan hasta aquí personas de todo el mundo para conocer la selva tropical más inmensa del planeta. El Amazonas mide seis millones de kilómetros cuadrados a lo largo de nueve países: Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Guayana francesa, Surinam y Guyana.
El escritor Eduardo Galeano contó en su libro Espejos. Una Historia casi universal (2008) que el conquistador español Francisco Orellana fue el primer europeo en navegar las aguas caudalosas del Amazonas en 1542. Al regresar a su tierra natal, con un ojo menos y su tropa diezmada, intentó explicar lo sucedido. Según Galeano, el conquistador aseguró que habían sido atacados “por mujeres guerreras, que peleaban desnudas, rugían como fieras y cuando sentían hambre de amores secuestraban hombres, los besaban en la noche y los estrangulaban al amanecer”. Afirmó que eran las amazonas, las adoradoras de la diosa Diana. Jorge me tranquiliza: “No vamos a conocer a las amazonas. Sólo haremos turismo de aventura”. Mientras sonrío, escucho los truenos de la tormenta que se acaba de desatar.
Explicación:
espero que te sirva :)