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Yo creo que que el fundamento de la comunidad cristiana es que todos debemos de ver cristianos supuestamente porque ellos dices
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La experiencia de fe crea comunidad y, a su vez, la comunidad transmite experiencia de fe. El modelo está en las primeras comunidades: ¿cuáles son sus rasgos?. El Concilio Vaticano II fue convocado para esto: "para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los trazos más simples y más puros de su origen" (Juan XXIII, Discurso preparatorio del Concilio, 13 de noviembre, 1960),
En nuestro tiempo, es preciso volver a las fuentes de la experiencia comunitaria, para que la Iglesia, así profundamente renovada, pueda evangelizar al hombre de hoy.
Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reunen, habitualmente, "el día del Señor" (Ap 1,7). Entre todos se establece una relación de fraternidad. De este modo, el misterio de comunión que constituye a la Iglesia (ver LG 1) se hace visible incluso a los ojos de los no creyentes, que dicen: mirad cómo se aman. Son como una gran familia.
El fundamento de esa comunión, lo que verdaderamente aglutina a la nueva familia de los discípulos, es LA PALABRA DE DIOS. Como dijo Jesús: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8,21). Quien acoge la Palabra, se vincula a la comunidad. En las primeras comunidades, la Palabra de Dios se hace experiencia de Cristo (Hch 2,36) y experiencia de conversión (2,38).
Las primeras comunidades son minoría dentro de la sociedad, pero son como una ciudad levantada en lo alto de un monte (Mt 5,14), como levadura en la masa (Lc 13,21). En ellas se da un fuerte proceso de evangelización de adultos, también de niños. La catequesis más antigua se hace por inmersión en la vida de la comunidad.
Se reunen donde pueden, generalmente en las casas. Así, por ejemplo, en casa de la madre de Juan Marcos, en Jerusalén (Hch 12,12); en casa de Aquila y Priscila, en Éfeso y en Roma (1Co 16,19); en casa de Filemón, en Colosas (Flm 2); en casa de Ninfas, en Laodicea (Col 4,15). En su origen, la palabra parroquia (para-oikía) hace referencia a las primeras comunidades que se reunen por las casas (Hch 2,46).
Si la comunidad pasa de 40 ó 50 miembros, se alquila una sala, o se compra, o quizás su dueño la da a la comunidad. Se la adapta al nuevo uso. Así sucede en la casa de Dura Europos, ciudad a orillas del Éufrates, hacia el año 232. En la sala de reunión caben unas 60 personas. La casa de Pudens, que recibió a Pedro en Roma, pudo servir para el mismo fin. En Santa Pudenciana (deformación de Pudens) se han encontrado ladrillos con el sello de Q. Servius Pudens. Otras iglesias romanas están construídas también sobre casas particulares.
La comunidad es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comnión, a la fracción del pan y a las oraciones" . En la comunidad se dan señales . Las señales confirman la Palabra anunciada .
La comunión de corazones se traduce en una efectiva comunicación de bienes: "Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común" (Hch 2,44). Y también: "Nadie llamaba suyos a sus bienes" (4,32). La comunidad es acogedora y abierta a la incorporación de nuevos miembros: "El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (2,47).
Las primeras comunidades se encuentran en situación política y religiosa adversa. Dice San Pablo: "Atribulados en todo, mas no aplastados" (2Co 4,8-9).
En el siglo III, el autor de la Carta a Diogneto escribe de aquellos cristianos: "A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata, y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados, y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien, y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio"
En nuestro tiempo, es preciso rehacer el tejido comunitario de la Iglesia. En las primeras comunidades había de 20 a 60 cristianos; en la Edad Media, muchas parroquias no sobrepasaban los 300 miembros; entonces, las grandes ciudades tenían entre 10.000 y 50.000 habitantes. Hoy, muchas parroquias son auténticas ciudades medievales.
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