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La cuenta de cobro de la pandemia ha salido muy costosa. Colombia registra más de 120.000 contagiados y 4.210 fallecidos por el coronavirus y las cifras siguen creciendo. A ello se suma el golpe a la economía. La cuarentena paró el consumo y significó el cierre de muchas empresas. Rompió el tejido productivo, llevó al desempleo a niveles históricos y puso en la cuerda floja los avances sociales logrados en las últimas dos décadas.
Durante el primer semestre, gran parte del planeta decretó cuarentenas y aislamientos. Estas medidas eran parte del remedio contra la expansión del virus, pero se convirtieron en un veneno para las empresas y las finanzas públicas.
La decisión de proteger a los más frágiles (ancianos y personas con condiciones y morbilidades específicas) representó un duro costo en materia económica. Aun así, pocos ponen en tela de juicio la utilidad del confinamiento para impedir que el sistema de salud colapsara y el número de muertos aumentara exponencialmente.
En Colombia, la estricta cuarentena inicial logró aplazar el pico de la pandemia. Pero el aislamiento no puede permanecer indefinidamente: no hay país ni economía que soporten tantos meses de encierro. Esto nos puso también frente a una realidad: será necesario reabrir la economía justo cuando va a llegar el pico en número de enfermos y contagios. Y todo el país está avanzando en esa estrategia.
La cosa quedó en claro el 30 de junio, cuando el ministro de Salud, Fernando Ruiz, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, llegaron a un acuerdo para evitar que la Capital volviera a una cuarentena estricta.
La situación de Bogotá parecía agravarse más que en otras ciudades. La falta de respiradores para aumentar la disponibilidad de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) hacía prever lo peor. La tensión se resolvió, el Gobierno entregó nuevos respiradores y se comprometió con más. Así, la alcaldesa abandonó la idea de decretar otra cuarentena.
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Esto no quiere decir que la enfermedad vaya a ceder terreno. Simplemente que la capital y el resto de las ciudades le apuestan a tener la suficiente infraestructura y talento humano para atender el creciente número de pacientes.
En materia de salud, las cartas están echadas: el país le apuesta a la disciplina social, a su talento humano y a su infraestructura hospitalaria para atender a los afectados, mientras reactiva la producción y devuelve algo de normalidad en la vida social. Al cierre de esta edición, el Gobierno extendió el aislamiento preventivo obligatorio hasta el 1 de agosto, pero insistió en los protocolos de bioseguridad y en la disciplina social.
Ahora quedamos frente a la gran pregunta de la poscuarentena: ¿cómo darle arranque al aparato productivo para recuperar el terreno perdido en el aislamiento?