Inicio nudo y desenlace porfa Antes de dormir miraba debajo de la cama y también detrás de la puerta, dejaba la puerta de la habitación abierta y la luz del pasillo encendida, tenía que hacer todo eso para poder dormir tranquila. Anita tenía miedo a la oscuridad y si todo estaba apagado no podía dormirse. Anita era una pequeña niña de grandes ojos castaños y cabellos castaños, que vivía en una linda casita con su papá y su mamá. De día con la luz del sol rozando sus mejillas e iluminando su camino y sus juegos, Anita no tenía miedo de nada. Era por las mañanas una niña muy activa y alegre, pero cuando el sol se escondía y las luces se apagaban, cuando llegaba la noche Anita se asustaba mucho y ya no era tan alegre. Cuando todo estaba oscuro Anita, tenía miedo, tenía mucho miedo. Si no veía nada, no sabía si había monstruos, no sabía lo que ocurría, y todo parecía distinto en la oscuridad. Los ruidos eran más intensos y tenebrosos, las formas en la penumbra eran terroríficas y cualquier cosa podría esconderse tras la oscuridad, animales peligrosos como los lobos, o tal vez monstruos e incluso brujas. Cada noche antes de dormir, Anita miraba debajo de la cama y detrás de la puerta, dejaba la puerta de su habitación abierta y la luz encendida y solo así podía dormirse. A veces despertaba por la noche y entonces estaba todo oscuro y Anita salía corriendo de la cama y se refugiaba en la cama de su papá y su mamá. Una noche, Anita abrió los ojos y todo era oscuridad y antes de salir de la cama corriendo pudo ver delante suya algo brillante. Parecían unos ojos brillantes justo delante de ella. Anita tenía mucho miedo, “seguro que son los ojos de un monstruo”, pensó “o tal vez sean los ojos de un lobo”. Se tapó por completo con la sabana. “Si me escondo seguro que el monstruolobo no me ve y se irá” casi sin moverse aguanto un rato escondida debajo de la sábana. Se asomó despacito, despacito por encima de la sábana, esperando comprobar que los ojos brillantes ya no seguían allí, pero no sirvió de nada, porque allí seguían los dos ojos brillantes enfrente de ella con su mirada clavada fijamente en la suya. Tras repetir la operación varias veces, taparse, esconderse del monstruo, Anita comprobaba con cada uno de los intentos que aquellos ojos brillantes seguían allí pendientes de ella. Con cada intento iba disminuyendo su miedo. Hasta que finalmente Anita agito su mano delante del supuesto monstruo y éste no hizo nada, permaneció inmóvil con la mirada brillante fija en ella. Anita se acercó al monstruo, y alargo su mano, llego a tocarle la cara, era suave y peluda. Pero la retiro rápidamente y el monstruo seguía sin hacer nada. Anita volvió a estirar la mano, ya sin miedo y tranquilamente toco al monstruo, entonces se dio cuenta de lo estúpida que había sido. No era un monstruo era un oso de peluche, que había dejado allí antes de dormir. Entonces Anita se dio cuenta de una cosa. No había tenido miedo, al principio sí, pero poco a poco había dejado de tener miedo y sin miedo había podido comprobar que no había ningún monstruo que no había ninguna razón para tener miedo. Por la noche cuando todo está oscuro las cosas pueden parecer distintas. Desde aquella noche Anita, poco a poco dejó de tener miedo a la oscuridad y las cosas que se escondían en ella. Y si le entraba algo de miedo, se tapaba con la sabana primero y poco a poco se enfrentaba a ello para dejar de tener miedo.
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Inicio: Antes de dormir miraba debajo de la cama y también detrás de la puerta, dejaba la puerta de la habitación abierta y la luz del pasillo encendida, tenía que hacer todo eso para poder dormir tranquila. Anita tenía miedo a la oscuridad y si todo estaba apagado no podía dormirse. Anita era una pequeña niña de grandes ojos castaños y cabellos castaños, que vivía en una linda casita con su papá y su mamá. De día con la luz del sol rozando sus mejillas e iluminando su camino y sus juegos, Anita no tenía miedo de nada. Era por las mañanas una niña muy activa y alegre, pero cuando el sol se escondía y las luces se apagaban, cuando llegaba la noche Anita se asustaba mucho y ya no era tan alegre.
Nudo: Cuando todo estaba oscuro Anita, tenía miedo, tenía mucho miedo. Si no veía nada, no sabía si había monstruos, no sabía lo que ocurría, y todo parecía distinto en la oscuridad. Los ruidos eran más intensos y tenebrosos, las formas en la penumbra eran terroríficas y cualquier cosa podría esconderse tras la oscuridad, animales peligrosos como los lobos, o tal vez monstruos e incluso brujas. Cada noche antes de dormir, Anita miraba debajo de la cama y detrás de la puerta, dejaba la puerta de su habitación abierta y la luz encendida y solo así podía dormirse. A veces despertaba por la noche y entonces estaba todo oscuro y Anita salía corriendo de la cama y se refugiaba en la cama de su papá y su mamá. Una noche, Anita abrió los ojos y todo era oscuridad y antes de salir de la cama corriendo pudo ver delante suya algo brillante. Parecían unos ojos brillantes justo delante de ella. Anita tenía mucho miedo, “seguro que son los ojos de un monstruo”, pensó “o tal vez sean los ojos de un lobo”. Se tapó por completo con la sabana. “Si me escondo seguro que el monstruolobo no me ve y se irá” casi sin moverse aguanto un rato escondida debajo de la sábana. Se asomó despacito, despacito por encima de la sábana, esperando comprobar que los ojos brillantes ya no seguían allí, pero no sirvió de nada, porque allí seguían los dos ojos brillantes enfrente de ella con su mirada clavada fijamente en la suya. Tras repetir la operación varias veces, taparse, esconderse del monstruo, Anita comprobaba con cada uno de los intentos que aquellos ojos brillantes seguían allí pendientes de ella. Con cada intento iba disminuyendo su miedo. Hasta que finalmente Anita agito su mano delante del supuesto monstruo y éste no hizo nada, permaneció inmóvil con la mirada brillante fija en ella.
Desenlace: Anita se acercó al monstruo, y alargo su mano, llego a tocarle la cara, era suave y peluda. Pero la retiro rápidamente y el monstruo seguía sin hacer nada. Anita volvió a estirar la mano, ya sin miedo y tranquilamente toco al monstruo, entonces se dio cuenta de lo estúpida que había sido. No era un monstruo era un oso de peluche, que había dejado allí antes de dormir. Entonces Anita se dio cuenta de una cosa. No había tenido miedo, al principio sí, pero poco a poco había dejado de tener miedo y sin miedo había podido comprobar que no había ningún monstruo que no había ninguna razón para tener miedo. Por la noche cuando todo está oscuro las cosas pueden parecer distintas. Desde aquella noche Anita, poco a poco dejó de tener miedo a la oscuridad y las cosas que se escondían en ella. Y si le entraba algo de miedo, se tapaba con la sabana primero y poco a poco se enfrentaba a ello para dejar de tener miedo.