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Respuesta:Hacía días que el sultán estaba preocupado y al final decidió llamar a su consejero más sabio. Su problema era que tras fallecer el recaudador no conocía a nadie que pudiese ocupar su lugar. «¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda cobrar los impuestos sin robar dinero?», se lamentó ante su consejero, quien, intentando tranquilizarlo, le sugirió: «Anunciad que buscáis un nuevo recaudador y dejadme el resto a mí»
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