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El arte Románico nació en el siglo XI y su influencia se extendió hasta el siglo XIII. Su inspiración fue básicamente romana con aportes bizantinos y germánicos. La arquitectura fue su expresión fundamental, especialmente en los edificios de carácter religioso: iglesias, monasterios y abadías. Junto con los cambios económicos, políticos y sociales se produjo en los siglos XII y XIII un esplendor intelectual y artístico. Durante el siglo XIII especialmente, se renovaron la educación, el pensamiento científico y filosófico, y el arte gótico brindó sus más bellas expresiones.
El renacimiento de las ciudades y de la vida urbana provocó una serie de cambios, también en el arte y en la cultura. El crecimiento de las ciudades provocó un auténtico fervor arquitectónico. Se necesitaban edificios que cubrieran distintas necesidades: la Iglesia, catedrales, galerías donde los mercaderes realizaban sus intercambios comerciales, y ayuntamientos, desde los que se dirigía la vida de las ciudades. Las obras de arte dejaron de ser encargadas exclusivamente por la Iglesia, los nobles y algunos burgueses enriquecidos encargaron pinturas y esculturas para decorar sus viviendas.
El crecimiento de las ciudades implicó, también, la necesidad de nuevos conocimientos, como llevar libros de cuentas, escribir cartas o registrar productos en un inventario. Todo esto se aprendía de los padres pero como no era suficiente aparecieron nuevas escuelas, en donde se enseñaba de una manera práctica y ágil. Al mismo tiempo las escuelas catedralicias, continuaron desarrollándose y algunas de ellas comenzaron a destacarse del resto. Toda esta actividad dio origen a las Universidades. Entre las universidades medievales más prestigiosas se destacan las de París, Oxford, Cambridge, Bolonia y Salamanca.
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