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Jesucristo, verdadero hombre 1. Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre: es el misterio central de nuestra fe y es también la verdad-clave de nuestras catequesis cristológicas. Esta mañana nos proponemos buscar el testimonio de esta verdad en la Sagrada Escritura, especialmente en los Evangelios, y en la Tradición cristiana. 2. Pero este Jesús que, a través de todo lo que “hace y enseña” da testimonio de Sí como Hijo de Dios, a la vez se presenta a Sí mismo y se da a conocer como verdadero hombre. Todo el Nuevo Testamento y en especial los Evangelios atestiguan de modo inequívoco esta verdad, de la cual Jesús tiene un conocimiento clarísimo y que los Apóstoles y Evangelistas conocen, reconocen y transmiten sin ningún género de duda. Por tanto, debemos dedicar la catequesis de hoy a recoger y a comentar al menos en un breve bosquejo los datos evangélicos sobre esta verdad, siempre en conexión con cuanto hemos dicho anteriormente sobre Cristo como verdadero Dios. 3. Los testimonios bíblicos sobre la verdadera humanidad de Jesucristo son numerosos y claros. Jesucristo es hombre en este significado de la palabra “carne”. Esta carne —y por tanto la naturaleza humana— la ha recibido Jesús de su Madre, María, la Virgen de Nazaret. Si San Ignacio de Antioquía llama a Jesús “sarcóforos” (Ad Smirn., 5), con esta palabra indica claramente su nacimiento humano de una Mujer, que le ha dado la “carne humana”. San Pablo había dicho ya que “envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Gál 4, 4). 4. El Evangelista Lucas habla de este nacimiento de una Mujer, cuando describe los acontecimientos de la noche de Belén: “Estando allí se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre” (Lc 2, 6-7). El mismo Evangelista nos da a conocer que, el octavo día después del nacimiento, el Niño fue sometido a la circuncisión ritual y “le dieron el nombre de Jesús” (Lc 2, 21). Y, como cualquier otro niño, también este “Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría” (Lc 2, 40). “Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). 5. Veámoslo de adulto, como nos lo presentan más frecuentemente los Evangelios. Como verdadero hombre, hombre de carne (sarx), Jesús experimentó el cansancio, el hambre y la sed. Leemos: “Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre” (Mt 4, 2). Y en otro lugar: “Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente... Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: dame de beber” (Jn 4, 6-7). Jesús tiene pues un cuerpo sometido al cansancio, al sufrimiento, un cuerpo mortal. Un cuerpo que al final sufre las torturas del martirio mediante la flagelación, la coronación de espinas y, por último, la crucifixión. Esta muerte la constataron muchos testigos oculares, no sólo amigos y discípulos sino, como leemos en el Evangelio de Juan, los mismos soldados que “llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 33-34). 7. La Resurrección confirma de modo nuevo que Jesús es verdadero hombre: si el Verbo para nacer en el tiempo “se hizo carne”, cuando resucito volvió a tomar el propio cuerpo de hombre. Sólo un verdadero hombre ha podido sufrir y morir en la cruz, sólo un verdadero hombre ha podido resucitar. Resucitar quiere decir volver a la vida en el cuerpo. Este cuerpo puede ser transformado, dotado de nuevas cualidades y potencias, y al final incluso glorificado (como en la Ascensión de Cristo y en la futura resurrección de los muertos), pero es cuerpo verdaderamente humano. En efecto, Cristo resucitado se pone en contacto con los Apóstoles, ellos lo ven, lo miran, tocan a las cicatrices que quedaron después de la crucifixión, y Él no sólo habla y se entretiene con ellos, sino que incluso acepta su comida: “Le dieron un trozo de pez asado, y tomándolo, comió delante de ellos” (Lc 24, 42-43). Al final Cristo, con este cuerpo resucitado y ya glorificado, pero siempre cuerpo de verdadero hombre, asciende al cielo, para sentarse “a la derecha del Padre”.
Respuestas
Respuesta dada por:
6
Respuesta:
Jesus es el unico verdadero y no hay nadie quien se compare con el.
Explicación:
Dios el unico y siempre es el mismo de ayer hasta hoy.
pandikawaiiuwu:
eso fue muy hermosos :`v
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