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Pero en los días previos al aterrizaje, el 20 de julio de 1969, hubo un gran temor a un accidente. Los funcionarios de la Casa Blanca y de la NASA presentaron planes de contingencia lujuriosos en caso de que los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin aterrizaran en la luna, pero luego no pudieron salir de la superficie y regresar a la cápsula espacial. Si eso hubiera sucedido, habrían estado condenados a morir allí, ya sea por asfixia lenta.
El jefe de gabinete de la Casa Blanca ordenó a William Safire, entonces escritor de discursos de la Casa Blanca (y más tarde columnista del New York Times), que redactara un discurso notable para que el presidente Richard Nixon entregará a la nación si los astronautas se encontraban varados en la luna. Junto con el discurso, Safire incluyó instrucciones para otras acciones que deberían tomarse. En particular, escribió, Nixon debería telefonear a las esposas de los astronautas, a quienes refirió escalofriantemente como las "futuras viudas". En cierto punto, la NASA "terminaría las comunicaciones" con los astronautas, escribió Safire, y un clérigo debería llevar a cabo el equivalente de un entierro en el mar, terminando con la Oración del Señor.
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