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Respuesta:
a historia del elefante encadenado nos cuenta que en una pequeña población vivía un niño muy juguetón, curioso y divertido. Sus padres tenían una granja y él consideraba a todos los animales como sus amigos. Las gallinas, los patos, los cerdos y las vacas eran sus compañeros de juego. A todos los había bautizado y les hablaba como si pudieran entenderle.
Un día llegó a ese pueblo un gigantesco circo. El niño de la historia del elefante encadenado nunca había visto un circo. Los chicos en la escuela no hacían más que comentar el acontecimiento. Tras las clases, todos iban a mirar cómo levantaban la carpa y cómo disponían todo para realizar su primera función.
El pequeño le pidió a sus padres que lo llevaran a ver el circo. Se moría de ganas por observar a los malabaristas, a los payasos y, por supuesto, a los domadores. Había notado que llevaban consigo animales colosales y misteriosos. Un tigre, un león, un elefante y varias cebras. Todo un banquete para el chico.
“Cuando el apego no tiene más razón que el hábito y no aparecen propósitos que den sentido y trascendencia, es el momento de soltar”.
-Sergio Sinay-
Una tarde de circo
Los padres del niño accedieron a llevarlo. El pequeño estaba totalmente emocionado. Casi no pudo dormir en la noche del sábado, sabiendo que al día siguiente vería el tan anhelado espectáculo que lo tenía intrigado. Con las primeras luces se levantó de su cama. Estuvo listo en un dos por tres. Era como si las horas no pasaran, hasta que por fin llegó el momento.
Respuesta:
Una noche en Burma, hace muchos años, una madre elefante y su cría de tres meses fueron a las orillas
del rio para un baño. Sin percatarse que el caudaloso rio era peligroso, fueron atrapados entre las
crecientes aguas antes de que pudiesen escapar.
El joven elefante empezó a gritar aterrorizado. La madre era lo suficientemente grande para alcanzar el
fondo del rio, pero las aguas caudalosas levantaron a su pequeña cría y amenazaron con llevarlo rio
abajo. Ella envolvió su trompa alrededor de él, sosteniéndolo firmemente contra su cuerpo.
El rio continuó subiendo y la fuerte corriente arrebató al bebé. Su leal madre lo siguió y lo logró
atraparlo aproximadamente 45 metros más abajo. Ella lo empujó sobre el margen del rio y lo sujetó contra la rivera con su gran
cabeza. Luego, sosteniéndose en sus patas traseras, lo alzó con su trompa y lo soltó en una rocosa grieta, dos metros arriba sobre el
furioso rio. Con su misión lograda, la cansada madre elefanta cayó dentro del rio y desapareció.
Como 30 minutos más tarde, el consternado bebé elefante escuchó la inconfundible voz de su madre. Trompeteando fuertemente,
su madre apareció al otro lado del rio. Cuando ella vio que él todavía estaba seguro en las rocas, su ronco grito cambió a un suave
rugido de placer. Horas más tarde, pasó la inundación y ella finalmente cruzó el rio para reunirse con su cría.
Los elefantes viajan en manadas, reduciendo su paso si uno de ellos está lastimado. A veces van lado a lado del elefante herido,
ayudándole a mantenerse en pie. Ellos se apoyan fielmente unos a otros en los nacimientos, adoptando a los huérfanos y
lamentando las muertes. Los elefantes son un ejemplo de lealtad.