¿Por qué sus discípulos le llamaban maestro? ¿En nuestro tiempo quien es maestro? Religion , ayuden pls
Respuestas
De las múltiples formas conocidas, la más usada para nombrar a JESÚS en las páginas de la Biblia, es Maestro.
Sustantivo, algunas veces usado como adjetivo, provoca pensamientos que se vuelven enseñanzas para quienes le servimos…
Difícil es poder encerrar al Redentor en una palabra que lo describa.
Al orar, ellas se vuelven breves, insuficientes, esquivas… nos faltan… entonces, el amor silencioso y tácito, por no poderse verbalizar, expresa en un suspiro todos nuestros sentimientos. Solo pronunciar su nombre basta, cuando al hacerlo, el alma se estremece y sueña.
Muchos lo llamaron Maestro, pero el joven rico añadió el calificativo “bueno”, haciendo reaccionar a JESÚS. Por primera vez censuró aquel adjetivo. (1)
Sin duda, la persona de procedencia y la forma de la expresión, provocaban en el Señor -que pesa corazones- diferentes reacciones.
Intuyo que de la lista de sus apelativos desaparecieron muchos, impropios para figurar en la Biblia, excepto aquella reyerta… relatada en Juan en el capítulo 8 de su Evangelio (2), donde los judíos tratan a JESÚS de “hijo de fornicación”, en clara alusión a la condición moral y los actos de María al concebir al Señor. Lo que estás pensando, es la versión popular…
JESÚS, ofuscado, les respondió “ustedes son hijos de vuestro padre el diablo…”, que en un ranking de epítetos va a la cabeza.
Las cosas dichas sobre y hacia Él, habrán sido de un tenor insoportable. Bien nos advirtió desde el monte que nos gocemos cuando nos suceda lo mismo… (3). Siempre entendí esto como una exageración digna de su amor: compararnos con los profetas porque alguien nos insulte. Demasiado honor…
Volvamos al anciano de Patmos que rememora sus vivencias de adolescente junto a JESÚS y siempre nos brinda otra mirada, mucho más realista y humana, porque habla recostado a la vera del Maestro y, a ello, le suma la retrospectiva de 80 años de vivencias y madurez. Juan resalta lo intrascendente para otros y, con extrema sensibilidad, abre nuestros ojos.
El capítulo 8 de su Evangelio es un sublime ejemplo.
Hablando a los “judíos que habían creído en Él” sobre el poder de la libertad con la que Él nos hace libres, JESÚS no deja pasar la oportunidad e increpa a este grupo de “creyentes”, a quienes habiéndoles pesado la víscera cardíaca, les conocía las tripas y sus entripadas intenciones: querían matarlo.
Eran infiltrados a los que Juan definirá en su 1º carta de manera inequívoca: “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; son anticristos…” (4).
Sin duda, podemos sumar a la misma categoría a quienes destruyendo el Espíritu de la Palabra, la torturan haciéndola decir lo que a ellos, a sus intereses o a sus amos les conviene.
Exaltaciones de pobreza y/o prosperidad a ultranza, justificación de violencia de cualquier tipo, avaricias e injusticias “santificadas” por ministros servidores de extraños señores… y muchos etcéteras más.