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A través de estas construcciones se reforzó la magnificencia y la identidad de la sociedad azteca. Sus principales construcciones fueron los templos, las pirámides, los palacios y otros edificios administrativos. Los templos se edificaron en la parte alta de las pirámides y fueron construidos a base de piedra y tierra.
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En septiembre de 2004 participé en un curso de verano, organizado por la Universidad de las Islas Baleares, cuyo objetivo fue dialogar en torno a la globalización y su efecto sobre América Latina. De aquel encuentro nació un trabajo publicado en 2007 que planteaba la posibilidad de aplicar el análisis del fenómeno de la globalización a sociedades antiguas con vocación imperialista, en este caso el imperio azteca.1 En aquel trabajo expuse que la globalización en la actualidad está impulsada por los cambios tecnológicos y el desarrollo del transporte que han posibilitado las comunicaciones en tiempo real, pero dejaba abierta la posibilidad de que, en otras épocas, hubiera ocurrido un fenómeno de protoglobalización, naturalmente, adaptándolo a las dimensiones del mundo conocido y al nivel tecnológico desarrollado en esa época. Para analizar esta posibilidad en Mesoamérica utilicé las obras de Immanuel Wallertein, Richard Blanton y Gary Feinman, Ross Hassig, y Michael Smith y Frances Berdan.2 Como continuación de aquel trabajo surgen estas reflexiones en torno a la economía azteca y sus vinculaciones con la estrategia militar, que desarrolló el imperio de la Triple Alianza.
En los albores del siglo XXI asistimos asombrados a los vaivenes de la economía, al poder de cambio que tiene sobre las sociedades, tanto en el ámbito de las estructuras macroeconómicas y políticas, como en las socio-culturales. Sin embargo, estos procesos han sucedido a lo largo de la historia, aunque las dimensiones de los fenómenos varíen y los hombres y las mujeres del pasado, como los de ahora, se enfrentaron a ellos, ensayando soluciones con mayor o menor acierto.
La economía ha sido y es el motor que ha movido el mundo desde que una minoría controló los excedentes y, gracias a los beneficios generados, empezaron a manipular los hilos del poder, a comprar lealtades y con ellas información privilegiada que los colocó en la cima de la sociedad y les permitió modificar o crear leyes ventajosas y protectoras para sus intereses. La Mesoamérica del postclásico (900-1521), como espacio excedentario, pertenece a esta realidad.
Hablar de la Mesoamérica global parece un anacronismo, pero si acudimos a la definición de globalización, grosso modo, parece reducirse al ámbito económico, para expresar que la economía de un país traspasa las fronteras nacionales, cada vez más diluidas, y se sitúa en un contexto mundial. Pero ¿qué pasa cuando las dimensiones de las fronteras nacionales y del mundo conocido es menor que el actual? ¿Depende el concepto y el fenómeno de la globalización del tamaño de referencia?3
Si para unos cuantos millones de personas la "aldea global" en el siglo XVI se reducía a México, Guatemala, Honduras, Belice, El Salvador y Costa Rica; si sus productos se distribuían en los mercados de ese "mundo conocido"; ¿no tenemos una economía global?, limitada al contexto del desarrollo tecnológico y del conocimiento mesoamericano.
La potencia más poderosa entonces, la Triple Alianza liderada por Tenochtitlan, extendía su influjo hacia los mercados más productivos, hacia aquellas áreas que tenían un gran potencial, de las que se nutría para seguir manteniendo su hegemonía; y, para ello, no dudaba en intervenir economías florecientes, manipular políticas y ejercer su influencia sobre las élites sociales con el fin de obtener ventajas fiscales, consolidar monopolios o, incluso, declarar la guerra para apropiarse de su producción por la fuerza. Todos estos fenómenos, que reconocemos ahora como definitorios de una economía global, sucedieron en la Mesoamérica de los siglos XV y XVI y aún antes.
El comercio fue una de las características fundamentales que compartieron y que impulsó el desarrollo de esta área, bautizada en 1943 por Paul Kirchhoff como Mesoamérica. En el período Preclásico (2500 a.C.-150 d.C.) los olmecas pusieron los cimientos de un comercio que siglos después, en el Clásico (150-900), aprovecharon y maximizaron los teotihuacanos, ampliando las rutas comerciales más allá de sus fronteras nacionales, nada menos que hasta las lejanas tierras mayas, donde hoy todavía asombra la aparición de sus preciosos vasos trípode en las excavaciones arqueológicas. En el Postclásico (900-1521) los archiconocidos aztecas recogieron en su petate toda la herencia y la sabiduría de los pueblos que les precedieron y no sólo establecieron una nueva era en Teotihuacan, sino que ampliaron las rutas comerciales de larga distancia, abiertas mucho antes por los antiguos habitantes de la Ciudad de los Dioses.