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En la noche siguiente al día en que fue cometida una acción tan cruel, me despertó del sueño el grito de: "¡Fuego!" delgado tabique interior, situado casi en la mitad de la casa, contra el que se apoyaba la cabecera de mi lecho.
acerqué y vi, a modo de un bajorrelieve esculpido sobre la blanca superficie, la figura de un Apenas puse en él mi mano, se levantó repentinamente, ronroneando con fuerza, se restregó contra mi mano y pareció contento de mi especie de vergüenza, y el recuerdo de mi primera crueldad, me impidieron que lo maltratara.
todo, lo que me hacía mirarle como a un monstruo de horror y repugnancia, y lo que, si me de las repentinas, frecuentes e indomables expansiones de una furia a la que ciertamente me la forma de costumbre, y encargar a un mandadero que se lo llevase de casa.
apacible sensación de alivio que trajo a mi corazón la ausencia de la detestable criatura.
brotar del infierno, horrible armonía que surgiera al unísono de las gargantas de los condenados en sus torturas y de los demonios que
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