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Con la Capitulación de Toledo de 1529, firmada por Isabel de Portugal con la autoridad del rey Carlos I, se concedieron los derechos de dominio sobre la zona de Perú explorada hasta ese entonces. El territorio que correspondía a Pizarro iba desde el río de Santiago (río de Tempula o Cayapas) en el norte de Ecuador, hasta el Cuzco.6 En 1532 Pizarro zarpó desde la ciudad de Panamá con 180 soldados, desembarcando cerca de Tumbes, en lo que ahora es la frontera norte del Perú; entonces formaba parte del Imperio inca llamado Tahuantinsuyo, que se extendía desde Colombia hasta Chile con una población aproximada de 12 millones de personas.
Los incas tenían una leyenda sobre que un día el dios Viracocha regresaría desde la tierra del sol poniente, una deidad que según ellos vestía de oro y plata, con barba blanca y ojos verdes, y que se había ido a través del océano Pacífico para volver en tiempos de gran necesidad. Los nativos norteños vieron la llegada de los españoles que tenían características semejantes a las de Viracocha, narradas en su leyenda. Los indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los españoles eran dioses, dada su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían venido en grandes naves desde el océano Pacífico.7
Atahualpa creyó el origen mitológico de los conquistadores y lo tomó como buen presagio en ánimos de acabar con la guerra civil en que estaba sumido el Tahuantinsuyo por la sucesión del emperador Inca Huayna Cápac, muerto por viruela. Los príncipes Huáscar y Atahualpa luchaban por la toma del Cuzco (capital del imperio).
La captura de Atahualpa
Fue invitado por Atahualpa a encontrarse en la fortaleza inca de Cajamarca, por intermedio de un emisario muy allegado a él. El emisario se encontró con los españoles en Cajas y además de llevarle regalos (patos desollados, vasijas en forma de fortaleza, etc.) midió las fuerzas de los españoles y lo invitó a continuar su marcha por el valle del Chancay, cerca del pueblo de Chongoyape hasta Cajamarca para entrevistarse con Atahualpa. Pizarro aceptó y le envió una fina camisa de Holanda y dos copas de vidrio al Inca como regalo. Así, se adentró en territorio inca con 168 soldados y 37 caballos, y se dirigió a Cajamarca.
Los españoles, al llegar a los núcleos incas, vieron que se trataba de una civilización avanzada, con sistemas de irrigación, una rica cultura y un ejército poderoso. Al llegar a la fortaleza de Cajamarca la encontraron casi vacía, y la exploraron inquietos temiendo una emboscada. Sin embargo, Atahualpa se encontraba en un manantial cercano con su hermana sin preocuparse en absoluto por la presencia de los españoles. Pizarro deseaba hablar con Atahualpa, por lo que envió emisarios. El encuentro que tuvo lugar entre el rey y los enviados de Pizarro fue muy tenso. Atahualpa y sus hombres vistieron sus mejores galas en el recibimiento y tenía una pose muy seria. Los incas nunca habían visto caballos, de modo que los españoles decidieron permanecer en sus monturas y encabritarlos y hacerlos relinchar en presencia del monarca inca. Atahualpa respondió bebiendo del cráneo de un prisionero ejecutado. Posteriormente, ofreció copas de oro a los españoles, de las que ellos bebieron. Finalmente, prometió ir a Cajamarca al día siguiente a entrevistarse con Pizarro.6
Los exploradores habían contado al menos 30 000 guerreros incas, por lo que iniciar una conquista militar sería imposible. La noche del 16 de noviembre de 1532 los españoles rezaron pensando que sería la última vez. A la mañana siguiente los españoles se prepararon para la batalla y se escondieron en un patio a esperar. Posteriormente, vinieron miles de soldados incas desarmados y los rodearon. Luego, vino un desfile de cientos de sirvientes limpiando el camino para el paso del rey Atahualpa, que iba subido en un trono de oro rodeado de sus líderes. Entonces el capellán de los españoles se acercó al trono con una cruz y una biblia, y pidió al rey que se retractara de sus creencias paganas y aceptara el bautismo y la autoridad del rey de España Carlos I. Atahualpa tomó la Biblia, la examinó sin entender nada de lo que ponía y la arrojó al suelo, lo que fue interpretado como una blasfemia por los españoles y Pizarro ordenó abrir fuego. Los españoles posteriormente sacaron sus espadas, iniciaron una matanza y tomaron prisionero a Atahualpa (16 de noviembre de 1532).
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Respuesta:el de arriba tiene tiene razon razonnn!!!!
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