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1. Introducción
El surgir de los Estados Unidos es uno de los hitos capitales de la historia de los últimos siglos, a la luz del papel que estaba llamado a jugar este país en todos los ámbitos de la sociedad humana de finales del segundo milenio y comienzos del tercero. En el contexto del siglo XVIII significó, además, un precedente de lo que acabaría siendo una primera oleada "descolonizadora" que incluyó al resto del continente americano media centuria después (1).
Uno de los propósitos principales de la historiografía contemporánea anglosajona ha sido estudiar las causas remotas de la independencia de las Trece Colonias. La lucha por la libertad frente al yugo de la corona británica, planteada por la historiografía "whig" decimonónica (2), o el contenido social y económico y las luchas de clase de la "concepción progresista" (3), actualizadas desde mediados de nuestro siglo por las corrientes neoconservadoras y neoprogresistas, han sido las dos soluciones más elaboradas y defendidas (4). Sin entrar en la discusión entre estas teorías, este trabajo pretende tratar dos cuestiones fundamentales en el marco del estudio causal de la revolución:
- Las relaciones entre las metrópolis europeas y sus respectivos imperios a lo largo de todo el s. XVIII, y su incidencia en el posterior proceso revolucionario. Un punto de vista que trasciende la "concepción imperialista" (5), ya que ésta sólo atiende a la lógica interna del imperialismo inglés, sin percatarse de que se halla en continua dialéctica con la del resto de los imperios vecinos, que se interrelacionan e influyen mutuamente.
- Dentro del ámbito anterior, el papel jugado por la monarquía hispana y sus colonias en dicho proceso y las consecuencias que se derivaron del mismo para éstas, superando la tradicional visión que otorga el protagonismo exclusivo a Francia en la colaboración para el logro de la independencia de las Trece Colonias.
Si el siglo XVIII contempló durante décadas la disputa de la hegemonía mundial entre Francia e Inglaterra, siendo España (y otras potencias como Austria, Cerdeña, Rusia o Prusia) en numerosas ocasiones el fiel de la balanza del poder, el episodio emancipatorio norteamericano no deja de inscribirse en esa lucha. Pretender desligarlo de la problemática general de tan dilatado enfrentamiento sería una falacia histórica. El continente americano se convierte, desde el punto de vista europeo, en uno de los tableros de ajedrez más importantes dentro de su peculiar partida. Intereses estratégicos, militares, políticos, económicos, sociales e incluso religiosos se ponen en liza de una y otra parte. Desde la Guerra de Sucesión Española y Utrecht, que abre la puerta de las Indias al "navío de permiso" inglés o a su "asiento de negros", pasando por la Guerra de la Oreja de Jenkins y, finalmente, por la Guerra de los Siete Años, numerosos conflictos jalonan las aspiraciones de Londres, París, Madrid, Lisboa, Amsterdam, San Petersburgo e incluso Copenhague. La relación entre estos conflictos, el cambio de actitud de Su Majestad Británica para con sus díscolos súbditos transatlánticos y el despertar de una conciencia nacional entre algunos sectores de la sociedad norteamericana es una de las tesis que revisaremos a lo largo de estas páginas.
Por otro lado, a pesar de la merma de su poder desde la segunda mitad del siglo XVII, a pesar del menoscabo que suponía el avance colonial de otras potencias en el continente, que se habían "repartido" las monarquías ibéricas a finales del s. XV, a pesar del desmoronamiento de muchas de sus estructuras de control colonial (como el monopolio indiano de comercio, la proliferación de la piratería y el contrabando (6), la inseguridad de las plazas hispanas, etc.), a pesar de todo ello, si de América se habla, el papel de España como potencia principal de este ámbito territorial es innegable. En la periferia de sus dominios, las Trece Colonias se convirtieron en gran medida en las regiones dinámicas que conocemos por y para estos. De igual modo no puede evitarse abordar su entrada en escena en los acontecimientos revolucionarios.
Tratemos por lo tanto de insertar el hecho concreto en un proceso mucho más complejo, que afectó a todo el siglo y que explica, en última instancia, algunas de las cuestiones más oscurecidas, pero a la vez, más interesantes, de la independencia de los Estados Unidos de América.
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