¿Por qué los portugueses fueron más avanzados que los españoles al comienzo de la era de las exploraciones geográficas?

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Respuesta dada por: Brunocdb1
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Respuesta:

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Explicación:

Al indagar sobre los primeros exploradores que arribaron al llamado Nuevo Mundo, hoy América, aparecen marinos y piratas de origen griego, fenicio, romano, indonesio y hasta chino, quienes se aventuraron a través de las aguas del Atlántico, es decir del “mar océano”, en busca de otras aprovisionamientos y nuevas rutas comerciales antes que los portugueses y los españoles se decidieran en pleno auge del mercantilismo[1].

Se trató de un momento clave en el que los expedicionarios ibéricos, particularmente los portugueses,  colocaron a prueba la resistencia de sus barcos  con la finalidad de transitar sobre la ancha vía del Atlántico, guiados por los recursos cartográficos que conservaron celosamente; al igual que lo hicieran los escoceses con el propósito de emprender –expediciones que pudieron haber tenido por objeto encontrar nuevas tierras-, seguramente donde los miembros de los templarios pudiesen considerarse a salvo, lejos de sus poderosos perseguidores como eran en ese momento el Papado y  Felipe IV, Rey de Francia[2].

Eso explica que en medio de la persecución incesante a la que fueron sometidos los miembros de la orden templaría, concentrada mayoritariamente en el territorio francés,  buena parte de ellos tuvieron que desplazarse a lo largo y ancho del continente europeo en busca de un lugar confiable y que no sería otro que Portugal.  Convertido en una especie de puerto seguro, auspiciado por el Rey Alfonso IV (1325-1357), quien fuera Gran Maestre de la orden templaría  y promotor del envío de algunos barcos expedicionarios en dirección al Atlántico; siendo esta una práctica que prosiguió su hijo, el príncipe Enrique el Navegante (1394-1460), heredero de esta connotada tradición marítima lusitana[3].

Así, Portugal se convertiría en uno de los más destacados reinos de entonces a partir del predominio de su flota, surcando los mares del mundo. Pero, particularmente los del continente africano en lugares como Namibia y el Congo, convertidos en un auténtico botín para la corona lusitana de la cual se extraían importantes dividendos obtenidos de la comercialización de esclavos, oro, marfil y especias, lo que a la postre contribuyó a la profesionalización de sus navegantes, pero además al perfeccionamiento de sus embarcaciones transoceánicas como fue el caso de las famosas carabelas.

En medio de este connotado prestigio de los lusitanos, el entonces navegante de origen italiano, Cristóforo Colombo, en castellano Cristóbal Colón, se propuso convencer al rey Joao II de Portugal para efectuar la financiación de un ambicioso proyecto que le llevaría a transitar por las aguas occidentales del Océano Atlántico hasta alcanzar la isla de Cipango (Japón) en el Oriente.  La idea resultó interesante, pero poco convincente en términos financieros, más aún cuando en opinión del rey Joao II,  Colón  no era más que “un gran hablador, muy vanidoso al alardear de sus virtudes, y exagerado al fantasear e imaginar su isla de Cipango”, por lo que no tardaría en rechazar su propuesta; no obstante que, de forma secreta, el rey decidiera enviar sus propias embarcaciones hasta las islas Azores con la finalidad de constatar la vialidad de explorar nuevos destinos, allende del amplísimo mar Atlántico[4].

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