elabora una opinion sobre la incidencia de Grecia y Roma sobre la cultura occidental
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ace más de dos mil quinientos años, quizá a finales del siglo VIII a. C., un poeta relató unos acontecimientos que tuvieron lugar durante el asedio de la ciudad de Troya, que duró diez años. Este poema, la Ilíada, marcó el inicio de una de las principales y más antiguas tradiciones narrativas, cuya influencia se deja sentir hasta hoy. Así como el propio término «historia», esta tradición es un regalo que los antiguos griegos nos legaron.
Este libro ofrece al lector mi visión de la historia. Su ambición es proporcionar un relato accesible del enorme caudal de historia antigua que debe considerarse para apreciar no solo la remota sociedad que nos describió el poeta Homero y otras muchas cosas, sino también los últimos siglos de la Antigüedad, cuando una nueva y aparentemente imparable fuerza —los romanos— abrazaron y perpetuaron el legado cultural de la Grecia clásica.Durante siglos, hasta bien entrada la era cristiana, los griegos antiguos, su forma de vida y sus tradiciones culturales se refugiaron tras los legionarios que custodiaban el Imperio romano. Gracias a los romanos, todo tipo de vestigios de la antigua cultura griega sobrevivió en el mundo medieval. Y algunos de ellos han llegado hasta nosotros.
Este libro cuenta una historia sobre una «civilización». A mi entender, más de dos milenios después, lo que más nos asombra de la Grecia y la Roma antiguas es su civilización. Mi historia aborda la construcción de esa civilización, levantada por muchas manos y que, como todas las historias, tiene un principio.
Allá por el año 440 a. C., un artesano que trabajaba en las alfarerías de Atenas decoró una vasija con la imagen de un hombre serpiente. Expuesta ahora en un museo de Berlín, la vasija representa una figura barbuda que sostiene un cayado. Hasta aquí todo normal. Pero, debajo de la cintura, en vez de piernas tiene anillos como los de una serpiente. A este tipo de criatura sobrenatural los griegos la denominaron «dragón», o drakōn: de ahí «Draco» Malfoy, el archienemigo de Harry Potter en Slytherin. Al decorar esta pieza, el pintor pensaba en un «dragón» concreto, y lo dejó claro añadiendo a la pintura, para quienes pudieran leer el alfabeto griego, el nombre de «Cecrops».
Los escritores antiguos denominaron Cecrops a un legendario rey de Atenas. En sus historias relataron que este rey civilizó a los ancestros de los antiguos atenienses mediante la invención del matrimonio, pues, según se decía, estos practicaban el amor libre. También les enseñó a escribir, a enterrar a los muertos y a construir ciudades. En agradecimiento por sus dones, los atenienses erigieron un altar en la Acrópolis a este rey serpiente. Aquí, a un tiro de piedra del Partenón, los descendientes de esos atenienses siguieron venerándole con ritos religiosos hasta los primeros siglos de la cristiandad.
Pero ese no fue el único rumbo que los griegos imaginaron que tomaría su viaje en el paso de la barbarie a la civilización. En ese mismo período, algunos griegos contaban una nueva historia radicalmente distinta. Un día de primavera, en el año 440 a. C. aproximadamente, una audiencia de hasta doce mil atenienses abarrotaba un edificio especial, hecho de madera, en las laderas de la Acrópolis. Fueron a disfrutar una nueva forma de arte, una forma que, en una definición moderna, «repetía experiencias humanas con pequeños cambios», o, como decimos hoy, espectáculos, obras de teatro.
En un momento determinado la audiencia escuchó a un coro de intérpretes masculinos que representaban a ancianos que cantaban este verso: «Hay muchas cosas formidables, pero ninguna tan formidable como el hombre». Aun traducida del griego antiguo, estas palabras del dramaturgo ateniense Sófocles parecen extraordinarias. En un mundo lleno de seres sobrehumanos, el autor, en esta frase, no concede ningún crédito a los poderes de los personajes legendarios ni a los dioses. Muy al contrario, para Sófocles la civilización es una creación humana. Como el coro relataría después, los humanos aprendieron por sí mismos a cazar y a pescar, a domesticar animales salvajes y a ponerles yugos para arar la tierra y cultivar cosechas; aprendieron a navegar por los mares, a comunicarse mediante la palabra, a construir casas, a vivir en comunidades y a protegerse al menos contra algunas enfermedades.
Explicación:
espero que te sirva