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Respuesta: Eran la 1.15 de la madrugada del 24 de agosto de 1991. Mauricio Macri no era ni el presidente de Boca ni de los argentinos, sino un joven conocido por ser el vicepresidente de SOCMA y el hijo del poderoso empresario Franco Macri. Su perfil encajaba con el del blanco perfecto para los buscas de plata fácil en épocas de poca tecnología y auge de secuestros.
Esa noche, mientras caminaba a paso sereno y algo distraído hacia la puerta de su casa, en Tagle 2804, una piña en la cara lo sorprendió. Uno de los tres delincuentes lo tomó del cuello y lo empujó hacia el interior de una camioneta Volkswagen blanca en la que lo esperaba un féretro. Macri fue maniatado con alambre y cinta adhesiva, desvestido, encapuchado y obligado a meterse en el ataúd donde –según él mismo relató- no podía ni respirar.