LA HISTORIA DE UN SOMBRERO ROJO, O DE CÓMO LO QUE EMPEZÓ COMO UNA COSA SE CONVIRTIÓ EN OTRA. María Eugenia Chaves Cobarde, verdaderamente cobarde, es sólo aquel que teme a sus recuerdos. Elias Canneti, Apuntes 1 Cuando yo era niña, al centro de Quito se iba a comprar zapatos y en las tardes siempre llovía. Estábamos en una de esas excursiones con mi madre, cuando al salir de la zapatería descubrí en su rostro un gesto de angustia. La noche caía, la lluvia arreciaba y la alternativa de abordar un bus vetusto, abarrotado de cuerpos húmedos y piojos, debió parecerle espantosa. Entonces, sacudiendo la cabeza con ese movimiento tan propio de ella, que recuerda al de una bailadora de flamenco, decidió que en lugar de angustiarnos comiéramos sándwiches de pernil en una de esas tiendas centenarias que, olorosas a pan hecho en leña y a mantequilla fresca, atendían en los portales. Aplicando su portentosa capacidad de pasar del sufrimiento al placer en un movimiento sin costuras, la recuerdo comiendo su sándwich con el alivio de una comunión que pudiera redimirla de cualquier falta; afuera, al ritmo del agua golpeando el empedrado la noche devoraba el laberinto de las calles coloniales y bajo la luz cobriza del poste, la lluvia furiosa era una cascada de estrellas fugaces. A mí, que nunca había estado fuera de mi casa a esa hora, la aventura de esta noche tormentosa y la transformación de mi mamá, de angustiada sin remedio a glotona sin remordimientos, me incubaron en el vientre bajo un ovillo inquieto del que nunca más podría deshacerme: un desasosiego y un asombro porque aunque entendí que en el corazón de lo espantoso podía morar el impulso del gozo, y que la angustia podía mutar en felicidad, el mecanismo de ese milagro que ella ha manejado con pericia toda su vida, siempre me ha eludido, dejando una turbulencia sorda y permanente, con la que he entretejido mi ser y bordado mi memoria. Una memoria que por supuesto no es compartida por mi madre. Cuando le muestro orgullosa un borrador del inicio de este escrito, me dice con un tono que intenta ser lo más delicado posible: --Está muy bonito, mija. Pero… verás…. Las cosas no pasaron así. Te estás acordando mal. Lo que cuentas no tienen nada que ver con la realidad— El torbellino de mi vientre bajo se despierta. Desde que me invitaron a pensar el tema de la memoria, decidí, como algo natural, empezar con la historia de mi abuela, porque para mí, la trabazón entre memoria e historia se origina con su recuerdo. Entonces ¿Qué hace mi mamá en esta narrativa? ¿Qué importancia puede tener su recuerdo de MI recuerdo, su alegato a MI memoria? Algunos días después, como en una epifanía se me ocurre que la historia de mi abuela, que yo tan celosamente he atesorado como la justificación y el sustento de mi vocación de historiadora, de contadora de historias, de guardadora de la memoria, es una máscara. Detrás de la máscara mora la noche tormentosa, la lluvia golpeando las piedras, la cascada de estrellas … el ovillo del desasosiego. Escribir la memoria quizás sea la única forma de atisbar del otro lado del artificio. Llenar esta plantilla y subirla en el espacio TAREA para su calificación. 1. EN MAXIMO 20 PALABRAS ESCRIBA SU OPINIÓN ACERCA DEL TEMA CENTRAL DEL FRAGMENTO (escriba en este recuadro). 2. En el siguiente mapa escriba las que usted considera la idea principal e ideas secundarias del fragmento.
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1 20 tema mi abuela rojo
angelitareina886:
las merjor
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