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Respuesta:
La Adoración no es preferentemente un rato de sentimiento más o menos fervoroso, sino una toma de conciencia de nuestro compromiso de caminar en pos de Cristo
Señor Dios: queremos hacer estos compromisos ante Ti:
Voluntariamente nos obligamos a:
Asistir personalmente a la hora de adoración asignada.
Cooperar con nuestras oraciones a las intenciones que se nos diga.
La comunión frecuente.
Hacer una visita diaria al Santísimo Sacramento, puesto que la visita es prueba de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo Nuestro Señor, allí presente.
Que nuestra hora de Adoración no se quede sólo en la iglesia, sino que invada todo el día y toda nuestra vida.
Que nuestra oración no sea solamente "rezar", sino "convertirse"; para que nuestra expresión salga del interior.
Que el desagravio no se entienda como un sentirnos justos frente a los demás pecadores, sino solidarios y responsables con las miserias de toda la humanidad.
Que aspiremos a ser como María, la primera adoradora: eficaces para la salvación, devotos sin espectacularidad, ejemplos silenciosos para los demás, intercesores poderosos ante Nuestro Señor.
El Adorador, como San Pablo, no piensa nunca haberlo conseguido todo ni ser ya perfecto (Fil 3, 12s); se cree siempre obligado a una continua renovación.
La Adoración no es preferentemente un rato de sentimiento más o menos fervoroso, sino una toma de conciencia de nuestro compromiso de caminar en pos de Cristo. Su existencia sacr ificial en el amor nos apremia a hacer de nuestras vidas una réplica de la suya. Él exige el amor hasta el sacrificio, aun por aquellos que nos odian y persiguen, como un signo inequívoco y fehaciente ante el mundo de que somos sus discípulos.
Explicación: