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Las estrías son atrofias cutáneas muy visibles por el adelgazamiento y hundimiento localizado de la epidermis y por el color diferenciado violáceo, rosado o nacarado que pueden presentar. Estas lesiones atróficas lineales o en bandas se presentan en áreas de grandes pliegues cutáneos,
en región periaxilar, región mamaria, región periumbilical, fosas ilíacas, región lumbar, cara interna o superior del muslo y región poplítea. Se producen como consecuencia de una rotura y pérdida parcial de fibras de colágeno y elastina en la región afectada, dando lugar a una disminución de la cohesión cutánea y cediendo dicha área a las fuerzas de tensión de las masas musculares que soporta la piel.
Para la profesión médica, la aparición de estrías cutáneas en determinadas etapas de la vida de una persona, principalmente del sexo femenino, no representa un trastorno patológico de interés práctico. Pero desde el punto de vista estético es un gran motivo de preocupación, fundamentalmente en mujeres, ya que es el sexo más afectado por este tipo de afección. Aparecen aproximadamente entre un 27 y un 35% de los adolescentes (entre 10 y 16 años, y 2,5 veces más en mujeres que en hombres).
Las mujeres en período de pubertad sufren una serie de cambios y trastornos hormonales que pueden dar lugar a la formación de estrías atróficas (pudiendo llegar a afectar al 58% de las mujeres adolescentes), las cuales, de no evitarse, la acompañarán durante toda la vida. En el embarazo, si no se toman medidas preventivas, las estrías aparecen entre el 75 y el 95% de las gestantes, siendo mayor en mujeres primíparas. También se encuentran en el grupo de riesgo todas aquellas mujeres sometidas a curas de adelgazamiento y, sobre todo, aquéllas que además padecen otros trastornos, como puede ser la celulitis. Los cambios bruscos de peso, tanto en aumento como en disminución, consecuencia de alteraciones metabólicas o simplemente por imperativos estéticos