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Conocer bien el territorio. Es fundamental conocer bien el ámbito donde se va desarrollar el proyecto, si no conocemos el ámbito podemos equivocarnos en nuestras deducciones o dar sensación de inseguridad cuando establezcamos los procesos participativos.
Comprender bien la sociedad. Debemos conocer tan bien a la ciudadanía como conocemos el territorio. No solo nos referimos a su estructura demográfica, que es fundamental, sino que también tenemos que analizar las actividades económicas, si es originaria del lugar o emigrada, el tejido asociativo, etc. Por esa razón es necesario realizar un análisis exhaustivo de la sociedad y no dar por hecho ninguna premisa (bueno, esto es fundamental para todos los proyectos). Por ejemplo no es lo mismo una sociedad rural dedicada a la viticultura que a la ganadería (las dos sociedades son rurales y se dedican al sector primario, pero los usos y las actividades condicionan en gran medida su manera de vivir).
Incluir todas las personas u organizaciones relevantes del ámbito. Una vez hayamos analizado la sociedad del proyecto, incorporaremos al proceso participativo a las personas y organizaciones más relevantes que puedan representar un mayor rango de intereses, con poder y medios para aplicar las decisiones.
Claridad. En los procesos participativos hay que ser muy claros, y la sociedad tiene que entender que se va hacer y para qué. Por esa razón cuando empecemos el proceso de participación tenemos dar una respuesta sencilla y entendible a las siguientes preguntas: ¿Qué es un proceso participativo? ¿Cómo se va llevar a cabo? ¿Por qué se hace? ¿A qué y/o a quién afecta? ¿A qué se compromete los actores del proyecto (sociedad, ayuntamiento, grupos de interés, etc.)? Los objetivos tienen que ser claros, pero también viables (no nos interesa crear falsas expectativas). Además toda la información que proporcionemos a la ciudadanía debe ser comprensible por los mismos, y debemos aportarla con suficiente antelación para que los participantes puedan analizarla.
Compromiso del promotor. Tiene que haber un compromiso claro del promotor, sea el ayuntamiento, una asociación, u otra organización. Este tiene que realizar un compromiso público, mostrando que se llevaran a cabo los objetivos propuestos. Si es una institución pública es interesante que se refrende en un acuerdo político. De este modo el profesional sabe que tiene el aval del promotor para realizar el proceso, que beneficiará en la comunicación interna (con el promotor y su organización) y externa (con la ciudadanía).
Crear un entorno abierto y respetuoso. En los talleres y foros que realicemos debe crearse un ambiente distendido y respetuoso, donde cualquier persona pueda hablar abiertamente y ser escuchado por igual. En estos casos los técnicos tienen que ser neutrales y moderar los posibles conflictos que se generen.
Hacer que las personas se sientan importantes. En estos procesos lo más complejo es implicar a los participantes, por ello tenemos que utilizar un lenguaje cercano y trasladarle la vital importancia que tienen el proceso.
Ser creativos en los procesos participativos. Existen multitud de acciones que se pueden llevar a cabo tanto en el modo de recopilación de información como para mostrarlo. En el post de La importancia de la participación ciudadana en los proyectos paisajísticos os hablamos de los mecanismos más comunes para recoger información. Para mostrarla podéis emplear tablas, diagramas, gráficos interactivos, mapas, etc.
La planificación del proceso debe ser coordinada. El proceso debe realizarse de manera coordinada con otros procesos que se ejecuten en el ámbito. Por tanto es fundamental tener en cuenta proyectos que puedan afectar nuestro proceso participativo. Esto nos evitará muchos quebraderos de cabeza.
Ser flexible. En realidad, esto no es sólo para los procesos participativos, sino para cualquier proyecto. Siempre hay variables que se escapan a muestro control, por tanto es bueno adaptarse a los cambios que puedan ocurrir durante el proceso.
Explicación:
espero y sirva