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El sentido común asocia democracia a un conjunto de instituciones virtuosas per se, en las que el funcionamiento mínimo de las instituciones clave de una república Parlamento, Poder Judicial y Poder Ejecutivo electo garantizan legalidad y legitimidad a las acciones de los Gobiernos.
Esta caracterización mínima de la vida democrática es, en gran medida, resultado de la tradicional labilidad de las democracias latinoamericanas: una larga serie de golpes de Estado, dictaduras civiles, dictaduras militares, Gobiernos de excepción con instituciones clausuradas. Las formas del autoritarismo y las dictaduras han sido y son de una enorme variedad en América Latina. Frente a esta fuerte tradición antidemocrática, la tendencia ha sido considerar a los Gobiernos surgidos del voto popular como democracias, sin reparar ni profundizar sobre los alcances de esta caracterización.
Explicación paso a paso:
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Explicación paso a paso:
El sentido común asocia democracia a un conjunto de instituciones virtuosas per se, en las que el funcionamiento mínimo de las instituciones clave de una república garantizan legalidad y legitimidad a las acciones de los Gobiernos. Las formas del autoritarismo y las dictaduras han sido de una enorme variedad en América Latina. La experiencia histórica nos muestra que muchas de las sociedades y países de nuestro continente que se consideran democracias han convivido y aún profundizado procesos de inequiedad, desigualdad y opresión. La Argentina, por ejemplo, desde 1862 hasta 1930 se vanagloriaba de tener, en América Latina, la estabilidad democrática de una república con división de poderes y alternancia política, aun entre partidos oligárquicos y partidos populares .
Sin embargo, en ese orden «democrático» se desarrollaron por parte del Estado las campañas de exterminio indígena en la Patagonia y en el Chaco, las represiones de miles de obreros en Buenos Aires y la Patagonia. En todos los casos, estas acciones y políticas del Estado fueron consideradas por el sentido común de la élite legales y legítimas. Mientras países como la Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia sufrían, de la mano de la Doctrina de la Seguridad Nacional, las dictaduras más terribles de su historia, Colombia se presentaba como una democracia con la alternancia de partidos conservadores y liberales. La Venezuela del Pacto de Punto Fijo fue señalada recurrentemente como un modelo de democracia para la América Latina de ese período.
A diferencia del caso colombiano o de las dictaduras pretorianas, el Estado venezolano desplegó escasos niveles de represión legal y/o ilegal. Sin embargo, esa «democracia modelo» se asentaba en un proceso creciente de profundización de la situación de pobreza y exclusión, que se volvía mucho más paradigmático si se toma en cuenta que en ese período la renta petrolera de Venezuela la transformaba en uno de los emporios del capitalismo mundial. Las cifras de esta democracia. El México del Partido Revolucionario Institucional desarrolló un orden político que se autodenominaba democracia, con estabilidad institucional entre 1917 y el año 2000.
En la actualidad, la democracia mexicana es una institucionalidad que está totalmente permeada por el poder de los cárteles del narcotráfico, en donde las condiciones laborales y sociales se han desplomado de la mano de reformas económicas neoliberales. Decenas de miles de muertos y desaparecidos señalan la convivencia del sistema democrático con los modos de la represión ilegal, la articulación mafiosa y la genuflexión frente al capital transnacional.
¿Y la democracia argentina actual?
El Gobierno surgido de las urnas, sin embargo, considera esa legitimidad de origen y esa legalidad institucional como una muestra clara de su apego «democrático». El problema es que el Gobierno de derechas confunde legitimidad de origen con legitimidad de toda acción de gobierno o sus instituciones afines. De este modo, cada acción de gobierno o de las instituciones de la república es considerada democrática per se, sin analizar o dar lugar al debate sobre su contenido y sentido. El resultado de esta concepción de una democracia «congelada» en su legitimidad de origen es precisamente la concepción que justifica medidas y acciones de gobierno que son, cada vez más, incompatibles con la vigencia de la democracia.
Veamos algunos ejemplos
En los primeros días de su mandato, el Gobierno tomó la decisión de «disciplinar» la protesta social y eligió como caso testigo a las/os líderes de la organización social Tupac Amaru. La detención de Milagro Sala es a todas luces arbitraria e ilegal, aunque haya sido hecha por instituciones de la república. Este disciplinamiento del derecho a la protesta y el reclamo a las autoridades se profundiza con las represiones en situaciones como las de Cresta Roja y la brutal represión a docentes en plena Plaza de Mayo. La democracia en América Latina está en riesgo.
La expresión que asimila cualquier medida de las instituciones republicanas con la idea de que se hacen en democracia es, por lo menos, un error conceptual grave, y por lo más, una estrategia de las derechas para volver legales y legítimas medidas que vulneran los principios más elementales del juego democrático. Una verdadera democracia no existe sólo en las formas, sino en los hechos. La pauperización, la explotación laboral y la exclusión social, la represión sistemática y la liberación de genocidas con artilugios legales son, en todos los casos, señales profundas de retroceso democrático y la única forma de modificar esa situación es profundizar los grados de participación popular y no resignar ninguno de los derechos que el pueblo posee como soberano absoluto en un orden democrático.