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Hay una variedad de formas en que los científicos usan la microbiota para tratar enfermedades, incluido el uso de prebióticos, probióticos y trasplantes fecales. investiga cómo funciona uno de estos tratamientos y escribe un resumen de tus hallazgos.
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Los antibióticos son un avance de la medicina que seguramente ha salvado millones de vidas en el último siglo. Esta sustancias, que se obtienen de los hongos, o sintéticamente, tienen una propiedad extremadamente útil: matan bacterias.
Esto, que es imprescindible para sobrevivir a una neumonía, curarse de la sífilis, o evitar la amputación de un miembro por una simple infección, se puede convertir en un problema. Sobre todo cuando los antibióticos se utilizan para curar simples resfriados.
Según el informe de la Asociación de Pediatría de Atención Primaria, la mayoría de las infecciones en los niños, especialmente, son por causa de virus, no de bacterias. Los antibióticos no matan los virus, y por tanto son totalmente ineficaces para curar la gripe, por ejemplo.
El elevado número de recetas inadecuadas de antibióticos está ayudando a las bacterias, que mutan y se hacen resistentes. Un problema que mata a 2.800 personas al año solo en España, y a más de 25.000 en toda Europa, según la EFSA.
Pero hay otro problema mucho más inmediato y que habitualmente se pasa por alto: los antibióticos no distinguen, y también matan a las bacterias "buenas" que viven en nuestro intestino. Esa flora bacteriana que nos ayuda a digerir nutrientes, y que se está descubriendo que tiene un impacto enorme en nuestro metabolismo, nuestro sistema inmunitario e incluso en el cerebro.
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Una flora bacteriana arrasada
Cuando se altera la colonia de bacterias en nuestro intestino, se perturba la absorción de nutrientes, la producción de vitaminas y la protección de infecciones por otras bacterias perjudiciales. Los resultados son desde inducir sobrepeso y obesidad, disparar alergias, cáncer, y algunos casos de autismo. Según un reciente estudio, los mismos antibióticos que matan a la flora intestinal pueden impedir el crecimiento de nuevas neuronas y afectar a la memoria.
Después de una ronda de antibióticos la composición de la flora intestinal se altera. Se ha comprobado que las personas propensas a la obesidad tienen una composición bacteriana diferente: más cantidad de bacterias del tipo Firmicutes y menos del tipo Bacteroidetes. Los antibióticos administrados a los niños a edades tempranas pueden estar causando este mismo efecto, prolongada en el tiempo, y contribuyendo con la obesidad infantil
Por otro lado, en Occidente tenemos poblaciones de bacterias mucho menos diversas. Al comparar las bacterias intestinales de los Hazda, cazadores-recolectores africanos, con las de los italianos, se comprobó que los Hazda presentaban una mayor variedad de especies, con un 33% de ellas sin identificar. Además, tenían mayor cantidad de bacteroidetes, las bacterias de las personas delgadas.
¿Qué hacer para evitar o minimizar los efectos de los antibióticos sobre nuestro intestino? He aquí algunas de las soluciones:
Probióticos
Los probióticos son bacterias vivas, que se venden en cápsulas en cualquier farmacia, en particular lactobacilos y sacaromices.
Los probióticos se deben tomar durante el tratamiento con antibióticos y después. Los probióticos reducen hasta en un 50% la incidencia de diarrea al tomar antibióticos. Después del tratamiento, los probióticos pueden ayudar a reponer la flora intestinal.
Alimentos fermentados
Los alimentos fermentados, como el chucrut, kimchi, kombucha, yogur o kéfir, han sido transformados por la acción de bacterias, en concreto lactobacilos y bifidobacterias*. Si no han sido pasteurizados, los alimentos conservan las bacterias vivas.
Los efectos de los alimentos con fermentos vivos son, por tanto, los mismos que los de los probióticos: prevención de la diarrea durante el tratamiento con antibióticos y restauración de la flora intestinal después.
Prebióticos
No confundir con los probióticos (bacterias): los prebióticos son alimento para las bacterias. No basta con tomar las bacterias, hay que asegurarse de que tienen suficiente comida, y precisamente las bacterias se alimentan de lo que nosotros no podemos digerir: la fibra.
La mayor parte de alimentos ricos en fibra soluble son prebióticos:
Legumbres
Frutos secos
Brócoli y coliflor
Plátanos
Alcachofas
Frutos rojos
Avena y otros cereales integrales
La lista sigue. En algunos casos, como los frutos secos, se induce la reproducción de las bacterias beneficiosas y se inhibe las de las perjudiciales.