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El adjetivo tiene libertad de colocación en el español; así, yo puedo decir: dulce manzana y manzana dulce, buena mujer y mujer buena… sin que se dé un cambio de significado. Esto no ocurre en algunos casos como en “viejo amigo” y “amigo viejo”. En el primer caso nos estamos refiriendo a un amigo de muchos años, de hace mucho tiempo; en cambio, en el segundo destacamos su edad, una persona bastante mayor.
Así, pues decimos que el adjetivo elige la colocación pospuesta o antepuesta más por razones semánticas que por razones sintácticas. Si bien la posposición es más frecuente en nuestra lengua, la anteposición –excepto cuando provoca cambio de significado– origina matices especiales unidos a la afectividad: “estupendo trabajo”, “maravillosa tarde”; a la visión impresionista de una realidad particular: “sombrías nubes”, “acongojados atardeceres”; o a necesidades rítmicas, estéticas, literarias en general, cuyos ejemplos los encontramos en los textos literarios: “La candente mañana de febrero…” (Borges), “Volverán las oscuras golondrinas…” (Bécquer), “… y al encendido fuego que me quemo…” (Garcilaso de la Vega).
Los criterios de objetivación y subjetivación están muy unidos al orden de colocación del adjetivo; así, se dice que la posposición nos da una idea objetiva del sustantivo al que acompaña (chompa sucia, carro pequeño, lapicero rojo); mientras que la anteposición nos proporciona una apreciación subjetiva (triste amanecer, despreciable comportamiento).
Cabe señalar que muchos adjetivos se “resisten” a la anteposición; así, por ejemplo, es correcto decir: queso cajamarquino pero no *cajamarquino queso, huaco mochica pero no *mochica huaco, mártires cristianos pero no *cristianos mártires, chifles piuranos pero no *piuranos chifles, música criolla pero no *criolla música, poetas románticos pero no *románticos poetas. Esta ubicación pospuesta la tendrían los llamados adjetivos de relación o pertenencia, los que nos sirven para la caracterización, tanto física como moral; y los gentilicios.
Otras veces, en cambio, dependerá del hablante elegir entre: Pasé una horrible noche y Pasé una noche horrible, entre Tuviste una magnífica ocasión para callarte y Tuviste una ocasión magnífica para callarte, entre Disfrutamos un delicioso vino y Disfrutamos de un vino delicioso.
Cuando sentimos que en la valoración se mezcla lo descriptivo, como hablantes tenderemos a la posposición, ya que los adjetivos que usamos en las descripciones aparecen frecuentemente pospuestos. Este orden sustantivo + adjetivo favorece al análisis de los distintos rasgos de contenido del sustantivo: chompa amarilla, mujer ojerosa, niña sonriente, etc.; es decir, el orden sustantivo + adjetivo nos permite restringir el significado del sustantivo, pues marcamos la cualidad (amarilla, ojerosa y sonriente) a un determinado sustantivo (chompa, mujer y niña); así, cuando decimos: Alcánzame mi chompa amarilla, no queremos que nos alcancen cualquier chompa, sino que estamos “especificando” cuál es la que queremos. En cambio, en el orden adjetivo + sustantivo se atribuye al sustantivo una cualidad completamente inherente: blanca nieve, verde prado, duro mármol, roja sangre, etc., o totalmente valorativa: amarga ilusión, encendida pasión, negro corazón, etc.
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