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Respuesta:
La independencia de Hispanoamérica significa la práctica desaparición de aquella
potencia hispánica que durante tres siglos había tenido un peso decisivo en los destinos de
Europa y América. Habían sido tres siglos de expansión continua, aunque atravesando
algunas crisis importantes.
A lo largo de la Edad Moderna tres naciones europeas atlánticas asumieron en distinta
medida el protagonismo histórico: España, Francia e Inglaterra. Pero en el primer cuarto del
siglo XIX la Monarquía española se hunde, y se hunde no por la fuerza de una presión o de
un ataque exterior, sino por un fenómeno de implosión, de descomposición interior,
provocado por discrepancias ideológicas y rivalidades políticas.
Se ha dicho la potencia hispánica, no España. Esa potencia, que excedió de manera
incalculable a la de los reinos peninsulares, había sido lentamente construida durante la Edad
Moderna y llegó a ser una suma de hombres, de tierras y de recursos de todo tipo extendida
por todo el mundo. Una potencia capaz de hacer oír su voz y hacer sentir su presencia en
todos los problemas y conflictos internacionales frente a los otros dos rivales.
Ahora, a principios del XIX, ese mundo hispánico se disgregó y se sumió en un
proceso interminable de inestabilidad que hizo no solo que desapareciera como tal potencia,
sino que pasara a convertirse en presa del neocolonialismo naciente. Nada ni nadie, ningún
otro miembro de aquella comunidad, pudo sustituir la función dirigente que la vieja España
había ejercido sobre el conjunto durante trescientos años. La fuerza que emanaba de aquella
unión se disipó, se evaporó. Por eso, la aparición de más de una docena de nuevas naciones,
contra lo que cabía esperar, no tuvo ninguna repercusión en la política internacional. Salvo,
precisamente, la de la desaparición de España del escenario mundial.
Explicación:
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