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Respuesta:
COMPETENCIA CAPITALISMO:
Vivimos en una sociedad competitiva. Lo cual significa que, como en
toda competición, el número de participantes es mayor que el de
premios, pues si todos tuvieran premio y el mismo premio, no habría
razón para competir. Por tanto, el número de insatisfechos es mayor
que el de satisfechos. Si al principio todos comparten la misma ilusión,
al final casi todos quedan desilusionados. Es una exigencia del
sistema. Dígase lo que se quiera, lo importante no es participar, sino
ganar, pues la competición se hace por el premio y no hay premio sino
para los triunfadores. Y aparece la trampa: si ve que puede alcanzar
el premio más fácilmente, aunque sea de modo antirreglamentario, se
empeñará en conseguir la recompensa sin que le descubran los
jueces.
Todas estas características se dan efectivamente en nuestra
sociedad, que, por ello, ha recibido el nombre de sociedad
competitiva. En esta sociedad, mientras se pierden las ganas de jugar
-en el juego no hay rivales sino amigos- y el espacio y la ocasión para
un juego limpio, se nos obliga a todos a participar en la competición
como rivales. La propaganda y los medios de publicidad se
encargan de aumentar las necesidades por encima de las
satisfacciones, la demanda por encima de la oferta, para que haya
más participantes que premios. En la familia, en la escuela, en la
oficina, en la fábrica, en las carreteras... se nos incita a rivalizar con
otros, a desear y luchar por algo imposible para todos.
El resultado es una sociedad clasista. Unos ganan y otros pierden,
unos son graduados y otros degradados, unos satisfechos y otros
frustrados; pero los segundos son siempre la inmensa mayoría. De
ahí que una sociedad competitiva sea una sociedad insatisfecha, lo
que no significa que sea una sociedad resignada, sino todo lo
contrario, pues a medida que los premios se hacen más interesantes y
escasos, la insatisfacción engendra la agresividad y ésta la
violencia. Una sociedad que pone la felicidad en conseguir lo que no
puede ser para todos, que incita constantemente y a todos a poseer
bienes escasos, desata las pasiones y fomenta la delincuencia, el
terrorismo, las conductas desviadas.
Si lo que importa es el premio por encima de todo, en una sociedad
competitiva desaparece el juego limpio y aparecen las trampas.
Explicación:
ESPERO AYUDE
Respuesta:
Vivimos en una sociedad competitiva. Lo cual significa que, como en
toda competición, el número de participantes es mayor que el de
premios, pues si todos tuvieran premio y el mismo premio, no habría
razón para competir. Por tanto, el número de insatisfechos es mayor
que el de satisfechos. Si al principio todos comparten la misma ilusión,
al final casi todos quedan desilusionados. Es una exigencia del
sistema. Dígase lo que se quiera, lo importante no es participar, sino
ganar, pues la competición se hace por el premio y no hay premio sino
para los triunfadores. Y aparece la trampa: si ve que puede alcanzar
el premio más fácilmente, aunque sea de modo antirreglamentario, se
empeñará en conseguir la recompensa sin que le descubran los
jueces.
Todas estas características se dan efectivamente en nuestra
sociedad, que, por ello, ha recibido el nombre de sociedad
competitiva. En esta sociedad, mientras se pierden las ganas de jugar
-en el juego no hay rivales sino amigos- y el espacio y la ocasión para
un juego limpio, se nos obliga a todos a participar en la competición
como rivales. La propaganda y los medios de publicidad se
encargan de aumentar las necesidades por encima de las
satisfacciones, la demanda por encima de la oferta, para que haya
más participantes que premios. En la familia, en la escuela, en la
oficina, en la fábrica, en las carreteras... se nos incita a rivalizar con
otros, a desear y luchar por algo imposible para todos.