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Respuesta:El uso de drogas en las relaciones sexuales ha aumentado en los últimos años y, en materia de prevención delVIH y de otras ITS (Infecciones de Transmisión Sexual), consideramos que hay que tener muy en cuenta, ya que la combinación drogas-sexo disminuye la percepción del riesgo y, por lo tanto, lleva a no tomar medidas preventivas.Y, desde hace unos años, surge una práctica que, aunque todavía de manera anecdótica, constituiría no sólo una disminución de la percepción del riesgo, sino que sería en sí misma una práctica de riesgo. Estamos hablando del slam(golpe), el uso de drogas por vía intravenosa durante las relaciones sexuales.
Esta práctica es común en hombres homosexuales y la sustancia que se utiliza con mayor frecuencia es la mefedrona, una droga de origen sintético cuyos efectos estimulantes y euforizantes son similares a los del éxtasis o la cocaína y, como éstas, suele consumirse de manera oral o esnifada.
La mefedrona empieza a utilizarse como droga recreativa en 2007, siendo su consumo legal, comercializada como fertilizante, hasta 2010. Su ilegalización ocurre, en primer lugar, en Reino Unido, tras una serie de muertes relacionadas de forma directa con su consumo.
Los efectos descritos por los usuarios son: euforia, incremento de la energía, sensación de estimulación, estado de alerta, urgencia de hablar…, mejora de la función mental, aumento de la percepción de la música, disminución de sentimientos hostiles y estimulación sexual.
A su vez, sus efectos secundarios, durante el consumo, varían entre poco y muy severos. A largo plazo, todavía no se han establecido clínicamente sus efectos, aunque sí es evidente que las complicaciones cardiovasculares y la adicción estarían asociadas a su consumo habitual.
Entre los efectos secundarios poco severos nos encontramos: supresión del apetito, boca seca, dilatación de las pupilas, sensaciones corporales extrañas, cambios en la regulación de la temperatura corporal, visión distorsionada y sudoración intensa con mucho olor.
Como efectos secundarios moderadamente severos están: insomnio, nauseas, trismo (apretar con fuerza la mandíbulas), bruxismo (rechinar los dientes), erupciones en la piel, nistagmo (movimientos oculares involuntarios), dolor e hinchazón de la nariz y la garganta, hemorragias nasales, sinusitis, jaquecas, irritación de la piel por contacto con la mefedrona, pérdida de concentración y vértigo.
Y los efectos secundarios muy severos que produce el consumo de esta droga nos encontramos: craving (fuerte deseo de seguir consumiendo), cambios intensos de la temperatura corporal, aumento de la presión arterial, aumento del ritmo cardiaco, palpitaciones, vasoconstricción grave en las extremidades (dedos fríos y amoratados), reacciones autoinmunes (coloraciones rojas en las articulaciones, vasculitis), deterioro de la memoria a corto plazo, depresión, pánico, comportamiento agresivo, paranoia, alucinaciones y psicosis.
Aunque ya hemos mencionado que la práctica del slam es todavía anecdótica, su incremento es tal que, en países como Reino Unido, han aparecido blog en los que se muestran videos caseros de slimmers (así se denomina a las personas que lo practican) y en grandes ciudades, como Madrid, es cada vez más habitual encontrar en las web de contactos y en las aplicaciones móviles para hombres homosexuales, perfiles de usuarios que demandan a compañeros sexuales que lo practiquen.
Desde Apoyo Positivo consideramos el slam como un hecho que hay que tener en cuenta, no sólo por los efectos nocivos de la mefedrona, sino también por el alto riesgo de transmisión del VIH y de hepatitis virales.
Explicación: