Enuncie por lo menos 3 situaciones que evidencian la vigencia de lo religioso en la actualidad.
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Vivimos una época de crisis, dicen algunos conocedores, y las instituciones sociales no escapan a esa tendencia. Se las observa en un proceso de desintegración y aisladas de lo que demandan los individuos. También se ha perdido la confianza en las entidades del Estado. En una reflexión de Luis Bahamondes, publicada en la revista Mensaje, se contempla que lo religioso no escapa a tal realidad, aunque reconoce que las personas siguen valorando el rol de la espiritualidad y lo trascendente en sus vidas. ¿Será que esta crisis en realidad hace referencia a transformaciones cada vez más frecuentes? ¿Y cómo se desarrolla la religiosidad en ese contexto? ¿Cuál es el futuro de las iglesias tradicionales? Son preguntas que Bahamondes indica se deben tener presentes para poder establecer un diagnóstico sobre la realidad religiosa de hoy.
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Recurrentes son las afirmaciones de especialistas que hacen alusión a que vivimos tiempos de crisis. Aunque difieren en el nivel de pesimismo, existe una tendencia a observar las instituciones sociales dentro de un proceso de desintegración y pérdida de eficacia, o bien se las considera en escasa sintonía con lo que demandan los individuos. Muchas entidades del Estado son también puestas en tela de juicio y repensadas a la luz de su desempeño en un escenario cambiante.
Lo religioso no escapa a tal diagnóstico, siendo la disminución de las vocaciones sacerdotales, la baja en la observancia de las prácticas religiosas tradicionales y la pérdida en la confianza en las iglesias, algunos de los elementos considerados al formularse un diagnóstico crítico. El temor a la obsolescencia reaviva el discurso secularista y se instala como tópico recurrente tanto al interior como fuera de los templos.
No obstante, si asumimos algunas premisas de destacados sociólogos (Bauman, Lipovetsky, Beck, Sennett, Castells), quienes han caracterizado a la sociedad actual como inmediatista, consumista, individualista, informatizada, de la libertad plena, etc., es probable que tal diagnóstico que nos habla de crisis solo esté haciendo referencia a transformaciones cada vez más veloces e impredecibles. En dicho proceso, la adaptabilidad de las instituciones sociales, ya sean políticas, económicas, jurídicas o religiosas, se hace indispensable en el aseguramiento de supervivencia.
No obstante, si bien los flujos de información y el desarrollo de la ciencia inyectan incertidumbre a la población en niveles nunca antes vistos, la historia nos ha demostrado que la capacidad de adaptarse frente a procesos de desestructuración y cambio ha sido una constante a lo largo de todo el desarrollo de la humanidad. Ciertamente el miedo al porvenir, sea transitorio o escatológico, ha existido desde tiempos inmemoriales, aunque nunca en la forma que estamos presenciando. La era actual de vorágines, incertidumbres y riesgos se ha instalado y nos obliga a reaccionar.
En este contexto, la pregunta sobre las posibilidades de un desarrollo religioso y espiritual parece tan necesaria como ineludible. La religión ha sido observada de forma permanente como un elemento que obstaculiza y se resiste frente a los cambios. Aun cuando sabemos que en el transcurso de la historia las religiones, y más específicamente las iglesias, funcionaron como polos de innovación y conocimiento, el discurso modernista siempre se pensó como contrapunto de una tradición leída en clave religiosa. Se pensaba que la religión, a través de sus dogmas, discursos e instituciones, albergaba el despotismo, la irracionalidad y la arbitrariedad, siendo su superación un paso necesario para el progreso de la civilización.
De esta forma fueron muchos quienes auguraban una desaparición o retraimiento de lo religioso desde su lugar central en la sociedad, planteando la clásica fórmula de “a más modernidad menor religiosidad”. Sin embargo, a simple vista y sin indagar demasiado, es posible observar la permanencia de lo religioso en nuestras sociedades, aun cuando se vean afectadas por la turbulencia de estos tiempos. ¿Cómo se desarrolla la religiosidad en un contexto cambiante? ¿Ha dejado la gente de creer? ¿Cuál es el futuro de las iglesias tradicionales? Son preguntas que hay que tener presentes a la hora de generar un diagnóstico sobre la realidad religiosa de hoy.
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