tres actividades de la vida cotidiana en las que de alguna manera estemos trabajando la velocidad.
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Subir escaleras corriendo. Una escena típica de los entrenamientos intensos, vista a menudo en películas, implica el esfuerzo completo de subir escaleras a toda velocidad. De esta manera se usa el propio peso como resistencia para potenciar la respuesta sostenida de las piernas, que luego en plano responderán mucho mejor. Puede complementarse con un descenso rápido para entrenar la agilidad, pero debe tenerse especial cuidado con las rodillas durante el descenso.
Saltar la cuerda. Mucho de lo necesario para correr aprisa tiene que ver con la estabilidad y la fuerza de cada pierna por separado. Saltar a la cuerda nos permitirá entrenarlas juntas e individualmente, de manera alternativa, a la par que potencias el aparato cardiorespiratorio. Unos diez a quince minutos de cuerda son una buena medida inicial, que puede irse incrementando en duración y velocidad a medida que nos sintamos más cómodos con el esfuerzo.
Repeticiones en un mismo lugar. En caso de que no apuntemos a carreras, sino a las artes marciales, la velocidad puede incrementarse mediante series de repeticiones (patadas o golpes). Para ello bastará con medir la cantidad de movimientos que somos capaces de hacer en un período determinado (1 minuto, por ejemplo) sin movernos de lugar, y ejercitarlo obligándonos a incrementar en 2 movimientos más por cada minuto. Esto aumentará el número de repeticiones que somos capaces de hacer y con ello, nuestra velocidad de respuesta en combate.