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Respuesta:
En este último supuesto la ciudad industrial sería una categoría de ciudad, definida por la actividad dominante, mientras que en el primero sería un enunciado referido a una fase o período de su desarrollo histórico. Por ello, para algunos expertos sería inexacta la aplicación de esta clasificación nominal en este último caso, apostando por el término más adecuado de “ciudad de la edad industrial”, ciudad burguesa, o ciudad moderna[3], ya que, como afirman Louis Bergeron y Marcel Roncayolo, existe una ambigüedad en la aplicación del término industrialización, al no constituir éste el único factor de crecimiento urbano en el S. XIX, ni imponerse como fenómeno de una sola vez y de manera sincrónica en todas las regiones europeas, ni centrarse y extenderse a todas las actividades productivas por igual, al mismo ritmo y a la sociedad tanto sectorialmente como geográficamente[4].
Al hilo de estas consideraciones, es preciso agregar que la ciudad no ha poseído históricamente el monopolio de la implantación industrial, y según los momentos y las regiones no es tampoco el lugar prioritario. Las industrias antes y después de la revolución de los transportes se ubicaron a menudo en la proximidad de las fuentes de energía y las materias primas, desplazándose hacia localizaciones estratégicas del medio rural por motivos diversos: proximidad a las materias primas, facilidad de comunicación entre puntos de destino, menor coste del suelo, mayor control de la producción y del factor humano. En la transición de la etapa preindustrial a la industrial, si los núcleos urbanos consolidados comenzaban a ser el lugar privilegiado para la actividad productiva, esta realidad coexistía con una tradición preindustrial basada en una red de centros de producción rurales que materializaron lo que los enciclopedistas denominaron “industrias o manufacturas dispersas”, consistentes tanto en formas de producción mixta como en la fragmentación de las actividades en el territorio. Los asentamientos rurales dedicados a la industria precedieron, acompañaron y subsistieron a las grandes revoluciones industriales urbanas. Ambas realidades, manufacturas concentradas frente a manufacturas dispersas serían objeto de sendos debates en la Europa del siglo XVIII en función de las ventajas de cada variante respecto al tipo de artículos a producir. Por estas razones, parece oportuno, desde los orígenes de la industrialización, expandir el estudio de la ciudad industrial a la región industrial, ya que la ciudad desde antiguo comprende también su área rural circundante, y por ello cualquier metodología de estudio debería implicar la organización territorial de lo urbano[5]. Del mismo modo que la ciudad o población industrial no siempre constituye un ente unifuncional, siendo el binomio industria-agricultura la solución más extendida en la formación de colonias y ciudades industriales en la edad moderna y contemporánea.
Explicación:
Las primeras poblaciones industriales creadas en Europa en la Edad Moderna poseen un notable interés como experiencias de trazado de ciudades de nueva planta ligadas al alcance territorial con que a menudo se plantean. En una primera parte se realiza un sintético repaso de estas poblaciones de nueva fundación destinadas a la industria creadas fundamentalmente en los siglos XVII y XVIII, incidiendo en su génesis ideológica y morfológica. En una segunda parte, tomando como caso de estudio el municipio madrileño de Nuevo Baztán y su entorno, se lleva a cabo el análisis de la relación existente entre implantación industrial, política económica pre-ilustrada y trazado urbano por un lado, y por otro, de las consecuencias de la implantación industrial en la colonización del territorio, en donde aparecen elementos de diversa índole que contribuyen a articular los significados históricos a partir de la delineación de conexiones funcionales entre diversos núcleos y otros elementos constituyentes del paisaje proto-industrial rural. En este marco, se plantea la dimensión patrimonial del conjunto, su valoración y estrategias de recuperación considerando su carácter urbanístico y paisajístico.
La industrialización consiste en la producción de bienes y servicios a gran escala, mediante la utilización de máquinas accionadas por nuevas fuentes de energía. Se conoce como industrialización al proceso por el que un Estado o comunidad social pasa de una economía basada en la agricultura a otra fundamentada en el desarrollo industrial y en el que este representa, en términos económicos, el sostén fundamental del producto interno bruto y, en términos de ocupación, ofrece trabajo a la mayoría de la población. Supone, además, una economía de libre cambio.
El proceso de industrialización inició cuando se liberó mano de obra del campo, gracias a las mejoras en productividad agrícola, obligando a la población a migrar a las ciudades. Estas mejoras de productividad se debieron al desarrollo de la industria química. El crecimiento de las ciudades y los nuevos procesos productivos provocaron cambios sociales, tales como: el paso a la familia nuclear, la estandarización de los horarios laborales, el aumento de la importancia de las instituciones en la regulación de la vida económica y social, el individualismo y la competitividad, entre otros. La producción en masa de bienes deriva hacia un capitalismo agresivo, ya que requiere un incremento de ventas y reducciones de costos, entre otros.
Las fábricas, con grandes muestras de avances tecnológicos, aumentan la productividad (y así aumentan el capital); en realidad, ahora son fábricas, antes se desarrollaban en el espacio doméstico de los campesinos, como pueden ser tejidos, utensilios, cerámica. Dicho de una manera más simple: ‘dar predominio a las industrias en la economía de un país’1 o ‘desarrollo del sistema económico y técnico necesario para transformar las materias primas en productos adecuados para el consumo’.2
La Revolución Industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, en el que Gran Bretaña en primer lugar,3 y el resto de Europa continental después, sufrieron el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la Historia de la humanidad, desde el Neolítico. La industrialización surgió como consecuencia directa de la invención de la máquina de vapor, pero también influyeron decisivamente los cambios jurídicos en la propiedad, el incremento del comercio y la competitividad entre países como Gran Bretaña, Alemania y Francia. Los motores de la industrialización fueron la minería, la metalurgia y la química.
El proceso de industrialización no fue homogéneo, es decir, no fue todo en un solo paso, sino que primero ocurrió en Gran Bretaña en el siglo XVIII; otros países como Estados Unidos, Hungría, Bohemia, Japón y Rusia se industrializaron en el siglo XIX y actualmente hay países de África o Asia que están muy poco industrializados.
Se pueden identificar varias transiciones en este proceso: