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Respuesta:
El auge del nazismo a menudo se entiende como un proceso meramente político, como una cuestión de figuras y partidos. Aunque no cabe ninguna duda de que esto es cierto, también hay que añadir a la ecuación los apoyos que estas personalidades y formaciones recibieron. En el caso del Partido Nazi, también los hubo. Y muchos.
Coches, electrodomésticos, medicinas, productos tecnológicos e incluso prendas de ropa son actualmente fabricados por empresas alemanas que entre 1933 y 1945 fueron muy cercanas al régimen nazi en Alemania. Algunas por supervivencia y otras por verdadera creencia en los principios nacionalsocialistas, estas corporaciones sostuvieron gran parte del esfuerzo de guerra alemán y se beneficiaron del acercamiento que se produjo entre las grandes empresas, especialmente industriales, y el partido de Adolf Hitler. Cuando terminó la guerra, ninguna recordaba nada. Al ser claves en la recuperación de la Alemania de posguerra, los vencedores hicieron la vista gorda. Esta colaboración es hoy en día una lejana mancha en la trayectoria de esas empresas, que, directa o indirectamente, arrastraron a Europa a la peor catástrofe que jamás ha vivido.
Explicación:
El ascenso nazi
El giro de una gran parte de la derecha germana hacia posturas autoritarias y extremistas favorece el ascenso nacionalsocialista. El crecimiento del Partido Nazi bajo el liderazgo de Adolf Hitler desde 1921, es continuo.
Cautivador en su oratoria y puesta en escena, su retórica ultranacionalista, revisionista y antisemita le ganan el respaldo de una base social cada vez más amplia y heterogénea: militantes de otros partidos de ultraderecha, pero también empresarios, obreros, campesinos y clases medias.
El uso moderno de la propaganda y la violencia política son sus otras dos armas. Además, tras la fracasada experiencia del «Putsch» de Múnich, los dirigentes nazis están convencidos de la necesidad de desbordar la República desde dentro, participando y utilizando a su favor las instituciones republicanas. La aceptación momentánea de las reglas democráticas le dará además al partido el plus de respetabilidad del que hasta entonces carecía.
El resentimiento por la ocupación francesa del Ruhr y las sucesivas crisis económicas de 1923 y 1929 incrementan aún más la base electoral de Hitler: En las elecciones de 1932 los nazis, con un tercio de todos los votos, son el partido más votado de Alemania. Con tal apoyo popular y el sustento de otras fuerzas del centro y la derecha, que piensan pueden «domesticarlo» una vez que cate las «mieles del poder», Hitler es nombrado canciller por el presidente Hindenburg en enero de 1933.
La oligarquía político-económica nazi
En el momento en el que Hitler recibe plenos poderes gracias a la mayoría parlamentaria de su partido, desarticula rápidamente el entramado democrático que le quedaba a la República de Weimar y lanza su programa nacionalsocialista. Obviando la instauración de un modelo totalitario y el inicio de la salvaje represión contra disidentes políticos y enemigos de la raza aria como judíos, gitanos, homosexuales y discapacitados, el programa económico del Reich fue uno de los puntos centrales en los que se fundamentó la colaboración de la élite económica con los jerarcas nazis.
Dicho programa fue ideado y conducido por Hjalmar Schacht, primero como presidente del Reichsbank y luego como ministro de Economía. Schacht, que no tenía especial devoción por la ideología nazi, sí era un buen economista y había movido hilos entre la gran industria alemana para que Hitler recibiese apoyo. Como ministro de Economía, desarrolló un plan de estilo keynesiano con el que la inversión pública y el gasto público se dispararon, todo ello financiado de una forma un tanto particular gracias a los bonos Mefo, acrónimo de una empresa fantasma que hacía de intermediaria entre el Estado y las empresas de armamento para poder esquivar las restricciones económicas del Tratado de Versalles. Dicha inversión pública crecería entre 1933 y 1935 un 350% y un 800% hasta 1938; el gasto en armamento se elevó un 2.300% esos mismos años.
Las grandes obras públicas que se realizaron en este periodo, tales como autopistas, presas hidroeléctricas, construcción de ferrocarriles y el desarrollo de la industria militar, corrieron a cargo de licitaciones arbitrarias, por lo que muchas grandes empresas que habían colaborado previamente con el NSDAP recibían ahora su recompensa. Del mismo modo, para financiar estas obras, los bancos nacionalizados durante las dos crisis anteriores a la llegada del nazismo fueron privatizados a cambio de apoyo al nuevo régimen. Otras medidas de estímulo al consumo y a las familias permitieron que estas, que habían perdido una enorme capacidad adquisitiva durante la última crisis, lo recuperasen a base de préstamos blandos y el constante aumento del empleo, casi pleno para 1938.